viernes, 11 de noviembre de 2011

PARTE 07

-Tranquilo loquillo, no te hagas bolas- dije a Joaquín.

-Sí cumpa… es mejor dormir temprano y no hacerme más hígado (de lo que estoy) por ese huevón- me respondió -Hasta ya se me quitó el hambre… come tu solo nomas…

-(¿Y quién te iba a invitar mi cena?)- me pregunté mentalmente.

El viaje había comenzado. Saqué mi celular y llamé a Maricarmen para comunicarle que recién estábamos zarpando.

-¿Aló?... ¿monga?...

-¡Mi amor! Por fin llamas- respondió.

-Soy Edú, monga…

-Sí, lo sé mongo…

-Recién estamos viajando y quise llamarte para que me desees un bonito y feliz viaje…

-Claro que sí mi Educito… Te deseo un feliz, feliz viaje… y que todo te vaya bonito…

-Gracias monguita…

-Llámame cuando llegues…

-Trataré…

-Entonces cuando estés de regreso prométeme que será a mí a la primera persona que llames… ¿sí?...

-Eso sí puedo prometerlo…

-Entonces, ¿me lo prometes?...

-Te lo prometo monguita- respondí -Ahora debo de colgar, ya que la comunicación es medio jodida cuando uno está viajando por el rio y se puede cortar la transmisión, además quiero cenar mi pollito a la brasa…

-Cuando no tu tragón… pero vuelve a llamarme cuando termines de cenar ¿sí?... si es que aun tienes señal…

-Ok- respondí.

-Chaito…

-Chaito monguita…

Al terminar la llamada telefónica, saqué de una bolsita el envase de tecnopor donde tenía el pollito a la brasa que había comprado y comencé a devorarlo pausadamente, saboreando trozo por trozo aquella pierna de pollo junto con las crocantes papitas fritas mescladas con las cremitas respectivas (solo mayonesa y mostaza). Luego saqué la botella de Frugos y tomé un sorbo para pasar la comida y no atorarme. Seguí comiendo, hasta dejar vacio aquel envase. Al poco tiempo, recordé que también había comprado una copa de helado D’Onofrio. Busqué en la bolsita milagrosa que tenia al costado de mi maleta y (por fin) lo encontré convertido en un jugo fresco. Lo tomé como leche chocolatada y así no desperdiciarla. Eran las diez de la noche. Traté de comunicarme con Maricarmen, pero la señal era muy débil y no podía realizar ninguna llamada. Conecté los audífonos a mi celular y busqué entre los archivos mp3 la música de un concierto de Queen, quedándome dormido escuchando la armonía musical de aquella banda de rock británica.

En la madrugada, algunos pasajeros comenzaron a desembarcar de destartalado (pero potente) “Ticse”. Teníamos que estar atentos a que aquellos pasajeros no se lleven nuestras pertenencias, ya que en la oscuridad de la noche rivereña podían “confundirse” con algo suyo y dejarnos calatos (literalmente). Cada arribo en cada pueblito rivereño era una pérdida de tiempo de aproximadamente treinta minutos a mas, retardándonos en la llegada a Roaboya Mestiza. Teníamos que estar como máximo a las ocho de la mañana.

Traté de conciliar el sueño entre el frio y los zancudos que invadían al caudaloso rio Ucayali, pero mis esfuerzos eran vanos. El sonoro ruido del motor de aquel navío era tan estruendoso que hasta los peces salían de las aguas a esconderse en el espeso bosque. Miré mi reloj. Eran las 6 de la mañana y aun faltaba mucho por llegar a nuestro destino. Los que no habían cenado (la noche anterior) morían por comer algo en el desayuno, pero aquella embarcación no proporcionaba comida, así que optaron por sacar algunas latas de filetes de atún que habían comprado en la ciudad. Me acoplé elegantemente al desayuno recibiendo unas galletitas y untándolas con el atún mesclado con sal y limón. Al llegar la hora indicada (ocho de la mañana), llegamos al centro poblado de Paoyhan y ahí también comenzaron a desembarcar algunos moradores que venían en el “Ticse”, demorándonos unos quince minutos más. Aun faltaban un par de horas para llegar a nuestro destino. Mi trabajo no era tan primordial, ya que todos los equipos multimedia estarían conectados desde una día anterior, y todos esos equipos estaban en el centro poblado de Paoyhan (justamente donde habíamos estado hace unos instantes). Anticipadamente, había capacitado a un grupo de jóvenes shipibos que tenían conocimientos de cómputo y (yo) solo tenía que supervisar dichas conexiones.

El tiempo no perdonaba y seguía implacable hacia adelante.

Al promediar las diez de la mañana, notamos a lo lejos (muy a lo lejos, casi imperceptible) el puerto principal de Roaboya Mestiza. Aun nos faltaba media hora (aproximadamente) para llegar y los nervios de Joaquín estaban por emanar ante cualquier ocurrencia. Una vez llegado al puerto principal (después de varias fallas en el motor de la embarcación, ocasionando otras pérdidas de tiempo), eran las once de mañana (tres horas de retraso), Joaquín dio la orden de desembarcar todo lo traído desde la ciudad -Apúrense (carajo), no tenemos todo el día para descargar estas huevadas- dijo muy furioso.

Desaté mi hamaca, agarré mi maleta y salí de la embarcación hacia el puerto.

-¡EDÚ!- grito Joaquín, aun estando él en la embarcación.

-¡DIME JOAQUÍN!- devolví el grito desde el puerto.

-¡COMPADRITO, VE DIRECTO A LA ASAMBLEA PARA INSTALAR TODO!…

-¡OK!- respondí (aun gritando).

Busqué a Manuel (el muchacho de jean y camisa étnica) para que lleve mis cosas al hospedaje donde teníamos que pernoctar. No logré ubicarlo. Y fui con mi maleta (y hamaca) al local comunal de aquel centro poblado donde se realizaría la rendición de cuentas.

Al llegar (después de caminar cuatro cuadras en línea recta), noté la presencia de muchos pobladores inscribiéndose para la respectiva reunión, en la cual habitantes de todos los veintiún pueblos pertenecientes al distrito estarían presentes.

Ingresé saludando a los pobladores y el saludo era retribuido con la misma educación que ya no se da en la ciudad. Observé las instalaciones (muy bien acondicionadas). El equipo de sonido y proyector multimedia estaban funcionando (todo en orden). Caminé hacia la computadora que estaba ubicada en primera fila de aquel ambiente comunal y saqué mi usb que tenía en el bolsillo del pantalón y lo coloqué en la maquina, abriendo en el los archivos a exponer.

-¡Jefecito!- escuché decir a mi costado. Era Jaime, un joven shipibo que se había graduado como técnico en computación en la ciudad de Pucallpa (un gran amigo mío).

-¡Hola Jaimito, como estas!- respondí.

-Bien jefe, todo está ya listo, pero el Alcalde aun no llega… creo que se detuvo en Roaboya Nativa…

-¡Ah!- respondí. Roaboya Nativa, era otro pueblito colindante a Roaboya Mestiza, con la diferencia en que allí vivían solamente shipibos.

-¿Y ustedes por que se demoraron en llegar?...

-Es que el puto “Ticse” venia con muchas personas y teníamos que detenernos en cada pueblito para desembarcarlos…

-Lo importante es que ya están acá- me dijo.

-Así es joven discípulo- respondí sonriendo.

-¿Jefe y dónde estás instalado?- me preguntó.

-Aun no me instalo; pero, me parece que estaremos en el hospedaje del señor Armando Macedo…

-¿Y porque no llevaste tu equipaje allá?- me preguntó.

-Porque ya no me dio tiempo de llevarlo… pues, pensé que todo estaba a punto de iniciar y vine casi volando- respondí.

Por un momento pensé que Jaime se ofrecería a llevar mi equipaje al hospedaje donde llegábamos frecuentemente; pero solo quedó en pensamientos. El muy pendejo jamás me lo propuso. Tampoco (yo) tenía la intención de pedírselo (era mi amigo, más no mi peón).

-¡Jaimito!…

-Dime jefe…

-¿Y ya conoces a la nueva secretaria?- pregunté.

-Sí… ella llegó ayer por la tarde, junto con nosotros…

-¿Así?...

-Sí… ella llegó a Paoyhan en deslizador junto con el Alcalde, de mañanita nomas… Y en la tarde vinimos (con ella) acá, a Roaboya Mestiza…

-Ah… (…)… Y… ¿Cuál es?- pregunté

-Ji, ji, ji- comenzó a reírse.

-¡Qué!- dije.

-Este mi jefe, no se aguanta con su genio- dijo aun sonriendo.

-¡Qué!- volví a decir.

-Sin conocerla ya te la quieres culear, ji, ji, ji- dijo sonriendo más fuerte.

Sonreí avergonzado (levemente) por el comentario expuesto por Jaime.

-Oye, ¿eso piensas de mí? ¿De tu jefazo?- pregunté sonriendo pícaramente -Ya dime, ¿donde se encuentra?…

-Esta atrás, inscribiendo a los participantes de todos los pueblos… debes de haber pasado por su costado cuando entraste- me dijo.

-Puede ser… pero como estaba con la cabeza en otra cosa, no me fijé- respondí.

Volteé a mirar hacia aquella señorita, la cual estaba sentada frente a una mesita, anotando a las personas que acudían a ella para inscribirse en aquella sesión importante. Al notar mi mirada, volteó la cabeza hacia donde yo me encontraba y me miró sin darme mucha importancia. Me cagó.

-Huy jefecito… creo que esta secretaria no te hizo caso- dijo Jaime.

-(¡Hija de puta!)- pensé. Hiriendo mis más ocultos sentimientos de Casanova. Traté de no hacer caso y proseguí con mi trabajo, dejando todo listo para las exposiciones respectivas.

-¡Compañero!- escuché detrás mío -Acá esta mi exposición en un cd… está en Excel… ¿tú crees que puedes hacerme mi Power Point?...

Era Augusto (el contador) que quería que por arte de magia diseñe unas diapositivas en un tiempo sumamente retrasado.

-Imposible pelo duro- dijo Joaquín que se acercaba donde estaban ellos -Ya no tenemos tiempo de hacer esas huevadas… Además tú dijiste que podías hacerlo solo, sin la ayuda de Edú, y tuviste tiempo necesario para hacerlo…

-¡Pero, no me dio el tiempo pues Joaquincito!- dijo Augusto.

-¡Ese ya no es mi problema!- dijo Joaquín retirándose.

-¿Podemos hacerlo?- me preguntó Augusto.

-¡De poder, sí; pero ya no tenemos tiempo de hacerlo!- respondí.

-(…)- Augusto se quedó callado, preocupado.

-¡Pero, no te preocupes, déjalo todo en mis manos… darás una buena exposición!…

-¡Gracias compañero!- dijo un poco más calmado -¡Te invito una gaseosita!…

-No Augustito… mejor nos tomamos unas cervecitas al culminar con esta reunión…

-¡Listo!- respondió.

Coloqué el cd proporcionado por Augusto y abrí el archivo que tenía que exponer. Todo estaba listo. Solo faltaba la presencia del Alcalde para dar inicio.
Al promediar las doce del medio día, se escucharon sonar unos tambores y quenas a lo lejos. Salimos a ver que era aquel estruendoso sonido y vimos venir al Alcalde acompañando de un grupo de bailarinas étnicas meneando las cinturas al golpe de los tambores.

Me propuse ir inmediatamente a mí puesto (frente a la computadora), chocándome (accidentalmente) con la nueva secretaria -Disculpa- dije. No recibiendo ni un “no te preocupes” como respuesta.

-(¡Hija de puta!)- pensé nuevamente.

Aquel auditorio (eventual) estaba completamente lleno, ni un puto zancudo podía asomarse. La ceremonia inicial se realizó sin percances. El Alcalde dio un breve discurso de apertura. Joaquín tomo la posta (agarrando el micrófono) al instante que el Alcalde terminó de hablar.

-Bueno mis amigos… Como hemos comenzado un poco tarde, y ya es la una de la tarde… Vamos todos a almorzar y luego daremos por inicio a las exposiciones respectivas… El almuerzo y cena son gratuitos- dijo Joaquín, seguido de aplausos por parte de los pobladores presentes -Volveremos a encontrarnos a las tres de la tarde, hora exacta…

Joaquín se acercó a mi lado -¡Como vamos cumpita!- me dijo.

-¡Todo está listo!- respondí.

-¿Y lo de pelo duro?- preguntó.

-¡Todo está listo!- volví a responder.

-Bien… entonces vamos a almorzar… Tenemos un almuerzo especial en casa del regidor Antonio Rodríguez… (…)… No creerás que vayamos a comer lo mismo que estos huevones… o ¿sí?...

-Yo estaba dispuesto a comer lo mismo- dije.

-No jodas… vamos nomas… Nuestros estómagos son civilizados, y un cambio brusco en nuestros alimentos nos puede cagar la digestión y nos da una diarrea de la gran puta… Además, el Alcalde también irá a comer (ahí) con nosotros…

-¿Así?...

-Claro pues… ¿tu le crees cojudo para sentarse a comer con todos sus detractores?... la mayoría de estos huevones solo vienen para rajar de la gestión… no es por otra cosa… la mayoría de estos mestizos no aceptan que un shipibo los gobierne…

-Bueno… si es así, entonces te sigo- respondí.

-Además, acá comerías tallarines mesclados con atún… Esa es la comida que más les agrada… En cambio, en la casa del regidor Antonio comeremos un arrocito con pollo… La señora de Antonio tiene buena sazón…

-Ok- respondí, convencido ante tales sugerencias.

Al llegar a la casa del regidor Antonio, encontraron la mesa casi llena. En ella se encontraban el Alcalde, otros tres regidores (aparte del anfitrión), Augusto (el contador), Julián (el tesorero), quedando dos sitios más (libres) en la mesa.

-¡Edú, “el terror de mis secretarias”!- dijo el Alcalde.

-¡Buenas tardes señor Alcalde!- saludé a aquella autoridad edil.

-¡Siéntate hombre, que aún hay espacio!- dijo.

-¡Gracias señor!- respondí y me senté.

La dueña de casa y sus respectivas hijas servían la comida que desbordaba de cada plato con las tremendas presas de pollo, acompañado de un vaso de chicha morada (de sobre) bien helada.

-¡Señor Alcalde!…

-¡Dime Joaquín!...

-¿Se puede repetir el plato?...

-¡Señora Teresa!- llamó el Alcalde a la esposa del regidor Antonio.

-¡Dígame!- respondió la señora.

-Mi gerente municipal me pregunta si puede repetir el plato…

-¡Claro!- dijo aquella señora.

-¡Con una presita parecida a la anterior!- dijo Joaquín -Hey, Edú… ¿tú no quieres más?...

- ¡Sí, solo un poco!- respondí.

-No le sirva mucho a Edú, señora Teresa, después va a tener demasiadas energías para corretear a mi nueva secretaria… ja, ja, ja- dijo el Alcalde -¡Sí o no, Edú!… “el terror de las secretarias”…

Sonreí avergonzado, ya que no era cierta tal descripción vertida hacia mi persona. Tal vez una exageración por parte del Alcalde. Solo un par de veces me había acostado con una de sus secretarias (solo un par de veces), y tres veces con una anterior (pero, ¿que son tres veces?).

-Y a todo esto, ¿dónde está tu nueva secretaria, señor Alcalde?- preguntó Joaquín.

-Katia… Yo le dije que venga a comer acá, con nosotros, pero parece que es muy tímida… Es su primer trabajo como secretaria- respondió el Alcalde -No me la vayas a malear, Edú… ja, ja, ja…

Solo me limité a sonreír, sin nada más que agregar.

Terminado el almuerzo, nos dirigimos (todos) al local comunal donde se llevaría a cabo la rendición de cuentas. Faltaban (escasamente) quince minutos para las tres de la tarde, y ya había pobladores sentados esperando el inicio de las exposiciones.

Me senté en mi lugar de trabajo (nuevamente frente a la computadora). De pronto noté la presencia de la nueva secretaria a mi costado.

-¡Hola!- me dijo.

-¡Hola!- respondí.

-Tú debes de ser Edú… ¿no es así?- me preguntó.

-¿Por qué crees eso?- pregunté.

-Por la descripción y comentarios que me dieron de ti- me dijo sonriente.

-Espero que hayan sido buenos comentarios… Si no son así, no les hagas caso… son puras mentiras y exageraciones- dije también sonriendo y coqueto.

-Ja… Si supieras lo que me contaron de ti- me dijo.

-¿Quiénes… y que te dijeron?- pregunté aun con la sonrisa (estúpida) en los labios.

-Eso no se dice… solo que lo averiguaré yo misma- me dijo.

El concepto que tenia hacia ella cambió repentinamente. Ya no la catalogaba como una “hija de puta”. Ahora la describía como una dulce, atractiva y coqueta señorita de la ciudad, brindando sus primeras responsabilidades como secretaria en un distrito lejos de su hogar.

-Bueno, Edú… nos vemos más tarde- me dijo.

-¡Aguarda!- dije.

-¿Si?- respondió.

-¿Cuál es tu nombre?- pregunté.

-Me llamo Katia… Katia Vásquez- dijo y siguió su camino.

-¡Tranquilo jugador!- dijo Joaquín acercándose a mi sitio.

-¡Bonita!- dije.

-¡Oye, bonito!- me dijo -Después de estas huevadas de exposiciones, el Alcalde va a donar un camioncito para el pueblo y tres botes de veinte metros de largo con motores incluidos para otros tres pueblos…

-¡No jodas!- respondí.

-Sí… ya debe de estar por llegar la embarcación trayendo el camioncito, cero kilómetros…

-¡No jodas!- volví a responder.

-Ojala que con esto, ya no estén jodiendo demasiado- dijo -Bueno, vamos a comenzar…

Joaquín agarró el micrófono e invitó a todos los pobladores a participar en la rendición pública de cuentas. Comenzando las exposiciones por gerencia municipal, donde Joaquín pudo resaltar las obras más sobresalientes que el Alcalde y su gestión había logrado, mostrando fotografías y cifras numéricas gastadas en cada una de ellas. Luego, facilitando el pase a la exposición de Augusto, con cuadros más detallados sobre lo gastado, respondiendo a algunas interrogantes hechas por parte de los presentes, saliendo muy bien de todas las preguntas (malintencionadas) difundidas por los opositores.

Al promediar las seis de la tarde, se dio por concluida aquella reunión. No sin antes hacer entrega de aquel camioncito (cero kilómetros) para el centro poblado de Roaboya Mestiza y tres botes de veinte metros de largo con motores incluidos para las comunidades nativas de Alfonso Ugarte y Santa Ana, y otro más para la capital del distrito, Tiruntán.

En aquella entrega significativa y trascendental, buscaba (a cada rato) la presencia de Katia, encontrándome con su mirada y retribuyéndome con una sonrisa avergonzada.

-(¡Que rico!)- pensé.

CONTINUARÁ...

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