viernes, 11 de noviembre de 2011

PARTE 08

Al llegar las siete de la noche, cada quien se retiraba a vivienda, dado que el evento había culminado con éxito.

-¡Les invito un par de cervecitas!- dijo Augusto. La cual aceptamos (Joaquín, Julián, el regidor Antonio y yo) sin murmuraciones. Yo aun seguía con mi maleta en hombros.

Fuimos a un local donde expedían las ricas y heladas cervezas, y pedimos un par de cervezas (bien heladas). Aquel par (de cervezas) se convirtió en una caja, repartida entre cinco personas, la cual acabamos apresuradamente en una hora, debido a que nos esperaban en otro local, pero esta vez, el Alcalde estaría presente para la celebración.

Salimos de aquel establecimiento (un barsucho) y nos dirigimos hacia el puerto principal (yo aun con mi maleta), y a lo lejos vi la silueta de una joven muy atractiva, la cual nunca había visto en ese pueblo (aparentemente).

-¿Quién es esa mamacita?- nos preguntábamos. Grande fue mi sorpresa (y la de mis compañeros) cuando aquella atractiva joven, era Katia, la secretaria de alcaldía. Quedé parado frente a ella, inmovilizado ante su belleza. Nos miramos sin decir una sola palabra.

-¡Hey… no te quedes pues!- gritaban aquellos compañeros de bebida. No les hice caso alguno.

-¡Estas lindísima!- dije titubeando.

-¡No exageres… no es para tanto!- me respondió.

Estaba vestida con unas zapatillitas, un jean apretadito y un polito manga cero (también apretadito), que marcaban todo el esplendor de su cuerpecito, mostrando un culito bien paradito y unas tetitas (grandecitas) bien duritas (a la vista, no al tacto).

-¿Donde estuviste?- me preguntó.

-Estuve con Joaquín, con el contador, con el tesorero y con el regidor Antonio, tomando unas cuantas cervecitas, por acá cerca- respondí.

-Sí… se nota… hueles a borrachito…

-Hmmm… eso se puede quitar chupando un Halls- dije.

-¿Así?...

-Pues sí- respondí.

-¿Y… ahora a dónde vas a ir?- me preguntó.

-Pensaba ir con ellos a una reunión con el Alcalde; pero, ahora que te encontré… se me ocurría ir a caminar juntos…

-Que romántico- dijo.

-¡Así soy!- dije mostrando una inocencia fingida no acertada. Ella solo sonrió aceptando la propuesta de caminata. Y, yo aun con mi maleta.

-¡Hagamos algo!- me dijo -Déjame entrar a avisar a la señora Juana que saldré a caminar contigo… para que no se preocupe…

-¿Quien es la señora Juana?- pregunté.

-Es la encargada de la radiofonía, allá en Paoyhan… Y estoy alojada con ella en el mismo cuarto…

-Ok… entonces, mientras tú le avisas que saldremos a caminar, yo dejaré mis cosas en mi habitación…

-Ok… quedamos acá mismo, en un momento- me dijo.

-¡Perfecto!- respondí rápidamente.

Mis pasos se aligeraban para llegar al lugar donde pernoctaríamos. Toqué la puerta del hospedaje “Macedo” y salió un señor bajito, barrigón y sin camisa.

-¡Señor Armando, buenas noches!- saludé cordialmente.

-¡Hola muchachón!- me dijo.

-Don Armando, vengo por la llave de mi habitación…

-¿Recién?- me dijo.

-Es que recién me desocupo- respondí.

-Bueno… déjame buscarla- me dijo e ingreso a su domicilio.

-(…)… (…)… (…)…

-Acá están muchachón… Habitación 104…

-¡Gracias don Armando!- dije y me retiré instantáneamente a dejar mis cosas en el cuarto. Aquella llave proporcionada por don Armando, era tan pequeña que parecía de juguete. La metí al bolsillo de mi pantalón y fui al encuentro de Katia. No tardé ni un minuto (y eso que mi cuarto estaba a tres cuadras de la suya) y ya estaba en la puerta de la casa donde ella y compañía estaban hospedadas. Toqué la puerta y salió.

-¡Ya regreso!- dijo en voz alta.

-¡Pero, regresa!- respondieron del interior de la vivienda, causando en nosotros una fuerte risotada.

-¡Que graciosos!- dije.

-Es que me estaban cochineando cuando les dije que saldría contigo… Por eso me dijeron que regrese… Pero, no hablan mal… al contrario la señora Juanita habla muy bien de ti…

-¿Así?...

-Sí… si no, no hubiera salido contigo- me respondió.

-Entonces, en el próximo viaje que haga traeré un presente para la señora Juana- dije sonriendo.

-¡Loco!- me dijo.

Caminamos por las calles de Roaboya durante un buen rato, hasta llegar al campo de futbol que estaba ubicado cerca a la rivera del rio Ucayali, siendo nuestros únicos acompañantes los postes de alumbrado eléctrico.

-Fin del camino- dijo -¿Vamos a volver?...

-No… lo que (más bien) pensaba, era sentarnos en esa cima que está cerca al rio y platicar ahí…

-¡Bueno… vamos!- me dijo sin pensarlo dos veces.

Nos sentamos en un tronco seco dejado por algún maderero despistado y nos pusimos a contemplar a la inmensidad de la noche rodeada por miles de estrellas formando constelaciones indescriptibles. Oíamos las carcajadas a lo lejos de aquella reunión a la cual (yo) no había asistido, y que tampoco me importaba ir. Como nunca antes, los zancudos y demás bichos no jodían como acostumbraban hacerlo, como poniéndose de acuerdo para que nosotros disfrutemos de la noche.

Al pasar los minutos, las carcajadas de aquella reunión se hacían cada vez menores. Nosotros seguíamos contándonos anécdotas personales, tratando de impresionarnos, logrando (incluso) llamar nuestra atención por lo narrado. Me preguntó si tenía enamorada, le dije que no. Le pregunté si tenía enamorado, me dijo que sí. Yo trataba de entretenerla con trucos baratos de magia, lográndole robar algunas carcajadas por mis actos fallidos. Ella descifrando los misterios de las estrellas, dictándome los nombres de cada constelación que veía en el firmamento. Yo, buscándolas sin hallarlas, causando en ella otra risotada.

Al cabo de unos momentos, quedamos en silencio, notando que todo estaba quieto, callado. Miramos el reloj y notamos que era la una de la madrugada. El tiempo había pasado sin darnos cuenta.

-¡Quedémonos un rato más!- me propuso y acepté sin murmuraciones.

La brisa nocturna y helada cerca al rio la hacían temblar de frio, proponiéndole brindarle mi calor corporal sin malas intensiones para abrigarla (momentáneamente), la cual accedió. La abracé tiernamente por detrás poniendo mis brazos alrededor de su cintura y mi barbilla en su cuello. Aquella intensión de abrigarla con mi calor se estaba convirtiendo en arrechura. Debía de parar aquella situación. Dejé de abrazarla y me paré frente a ella. La miré a los ojos, y mecánicamente comencé a acariciarle los brazos para calentarla nuevamente, lo cual causaba un efecto rebote, ya que yo era el que más me calentaba.

-¡Es mejor que nos vayamos!- dije -¡Ya son las dos de la mañana!…

-¡Tienes razón!… ¡el tiempo pasó volando!…

-¡Sí!- dije.

Quedamos en silencio y por un instante quisimos darnos un beso, pero no lo hicimos. Le tomé de la mano y fuimos caminando hacia donde ella estaba hospedada. A la mitad del camino, se reclinó en mi hombro y la abracé hasta llegar.

-Fue lindo el estar contigo- me dijo -Me hiciste sentir muchas cosas que ya no sentía… me reí como jamás antes lo había hecho…

-A mí también me gustó mucho estar a tu lado en esta noche…

La despedida se hacía larga. No queríamos deshacernos tan rápido. Hasta que el llamado casi sonámbulo de la señora Juana hizo que diéramos el paso de despedida.

-Ya tengo que entrar…

Me acerqué a darle un beso en la mejilla derecha, siendo mi verdadera intensión no darle ahí, sino un poco más a la izquierda. Ella cerró los ojos mientras me acercaba -(¡Ya caíste mamita!)- dije entre mi. Comenzamos a besarnos lentamente, como protagonistas de una telenovela mejicana. Aquel lento beso fue convirtiéndose poco a poco en un desenfrenado brote de pasión, proporcionando incluso gemidos de placer al besarle el cuello delgado que tenia. El silencio de aquel lugar hacia que nuestros besos se conviertan en conciertos, quedándonos callados por algunos instantes para disimular el momento.

-¡Mejor vete!- me dijo.

-¿Quieres que me vaya?- pregunté.

-¡No!- respondió y continuamos besándonos apasionadamente. Mis manos cobraban vida y no hacían caso a las indicaciones que les daba. Tocaban aquel cuerpo caliente haciéndola temblar con cada roce.

-Vamos a descansar… ¿sí?- me dijo.

-¡Vamos!- respondí.

-Tontito… la señora Juana esta acá…

-¡Entonces vamos a mi cuarto!- propuse. Ya no pensaba con mi cabeza, sino con el miembro enérgico.

-No puedo… tengo que dormir con la señora Juana… No podemos fallarle… mira que ella te tiene una buena estimación…

-¡Ay no!- dije, sintiéndome un rosquete al expresarlo (me había salido natural y sin esfuerzo) -Está bien… lo dejaremos para otra oportunidad…

-¡Sí mi amorcito!- respondió.

-(“mi amorcito”… ¿Dijo? ¿Y dónde quedó su enamorado?)- pensé. No me importó, me seguí dejando llevar por el momento, por la lujuria, por la pasión, por la arrechura.

-Bueno… me voy- dije y metí mis manos a los bolsillos del pantalón para sacar la llave de mi cuarto -¡Carajo!… (…)… ¡Puta madre!…

-¿Que pasa amor?- me preguntó.

-No encuentro la llave de mi cuarto… lo puse en el bolsillo de mi pantalón y ya no está…

-¿Y ahora, que harás?...

-Préstame una linterna, para ir a buscar la llave…

-¿Y donde la buscarás?…

-Por los lugares donde caminamos, ahí he de encontrarla…

Katia entró a la vivienda donde estaba hospedada y salió al minuto. Mientras (yo) seguía perturbado.

-Toma mi amor- me dijo entregándome una linterna pequeña.

-Gracias- respondí y la miré a los ojos con mi ternura aflorando -¿No quieres que me quede esta noche contigo?...

-Claro que si… pero, está ahí la señora Juana… recuérdalo…

-Puta madre… cierto… No importa… te veo mañana- me acerqué y nos dimos otro beso, esta vez más discreto que las anteriores. Y comencé a buscar la llave de mi habitación. Caminé por los lugares en donde habíamos estado conversando. Rebuscaba por el césped de aquella canchita de futbol. Levanté cada ramita por el tronco seco donde habíamos estado contemplando a las estrellas. Me bajé los pantalones a ver si por algún motivo se me había escurrido por algún huequito existente. No llegando a encontrarlo, por ningún lugar. Eran las tres y treinta de la madrugada.

Fui a buscar al dueño del hospedaje para pedirle un duplicado de la llave de mi cuarto.

-Don Antonio- lo llamé en voz baja -Don Antonio…

Toqué su puerta tratando de no hacer demasiado ruido, para no despertar a los demás huéspedes; pero, era en vano.

Volví a llamarlo en voz baja, varias veces; pero, ni una sola alma se movía. Eran las cuatro de la madrugada.

Abandoné los intentos de poder ingresar a mi habitación. Prolongué mi despertar caminando por el puerto de Roaboya. Sentía frio al caminar solo. Noté la presencia de unas personas recostadas en la vereda de una bodega. El sueño me ganaba. Dejé atrás mi vergüenza y me acerqué donde estaban aquellas personas y me recosté en un espacio vacío de la misma vereda. Los zancudos enloquecidos jugueteaban al lado de mis oídos volviéndome loco a cada instante. Tuve que levantarme y seguir caminando. Eran las cuatro y cuarentaicinco de la madrugada.

Volví al hospedaje donde estaban descansando mis demás compañeros e insistí por última vez en tocar la puerta del dueño de aquella posada.

-¡Señor Armando!- llamé un poco más fuerte.

-¿Mmm?- respondió.

-(Por fin)- pensé -Don Armando… soy Edú…

-Muchachón… mmm… que pasa…

-Don Armando, mi llave se extravió anoche…

-Ah… ¿tú eras el que en la madrugada me estaba llamando?- preguntó.

-¡Sí!- respondí.

-Me hubieses dicho que se te había perdido tu llave y me levantaba al toque…

-(¡Puta madre!)- pensé.

-Toma muchachón… acá está el duplicado- me dijo.

Agarré el duplicado de la llave con mucho cariño y fui corriendo a abrir la cerradura de mi habitación. Eran las cinco de la mañana. Traté de dormir un poco, solo un poco. Me levanté nuevamente a las siete de la mañana, tiempo en que todos estaban empacando para ir de regreso a Paoyhan.

Al salir de mi cuarto (el cual solo utilice casi dos horas para conciliar el sueño por dármelas de conquistador) noté que la mayoría de mis compañeros estaban en el puerto principal, esperando que pase alguna embarcación que nos lleve al centro poblado de Paoyhan, a escaza una hora rio arriba (en contra de la corriente). Agarré todas mis cosas (hamaca, colchoneta y maletín) y me dirigí junto a ellos, notando la presencia de Katy junto a la señora Juana. La miré de lejos y ella también. Sonreímos. Haciéndome el loco, fui donde se encontraba Jaime, siempre activo.

-¡Hola Jaimito, buenos días!- saludé.

-¡Jakon yameriki Jefe!- respondió en su idioma, que significaba “buenos días”.

-¡Jakon yameriki!- respondí -¿A qué hora te levantaste?...

-A las cuatro y cuarentaicinco… creo… no estoy seguro jefe- respondió.

-Mmm…

-Ji, ji, ji…

-¿De qué te ríes?- pregunté.

-¿Que hacías caminando de madrugada?- me preguntó.

Sonreí -¿Porque lo preguntas?...

-Es que te vi caminando solo…

-Y porque chucha no me llamaste- dije sonriendo.

-¡¿Qué pasó?!...

-Por conquistador, me quedé fuera de mi cuarto… Perdí la llave de mi habitación y estuve caminando hecho un huevón por toda Roaboya… toda la noche, y recién a las cinco de la mañana me dieron el duplicado…

-Ja, ja, ja- Jaime soltó una gran carcajada -No te pases jefe… ¿A ti sucediéndote esas cosas? ¿A mi maestro?... ja, ja, ja…

-Para que veas Jaimito… para que veas…

Seguimos conversando un buen rato, cuando apareció Katy a nuestro lado.

-Hola, buenos días- saludó -¿Que tal dormiste?- me preguntó.

-¡Mal!- respondí.

-¿Por qué?…

-Es que, no durmió- respondió Jaime.

-¿Como que no dormiste?...

-No encontré mi llave…

-¿Y porque no fuiste a buscar el duplicado?...

-Lo hice; pero el muy puto del dueño, no quiso levantarse porque un huevo le pesaba más que el otro…

Katia sonrió -Que gracioso…

-¿Gracioso?... Quisiera verte caminar por toda Roaboya durante la madrugada fría y desolada sin el calor de su amorcito… Eso no es nada gracioso- dije con carita de perrito triste.

-¡Pobechito mi amorcito!- dijo sin importarle que Jaime este presente.

-¡AHÍ VIENE LA LANCHA!- escuchamos gritar a unos trabajadores de la misma municipalidad.

-Jaimito, ve al cuarto del gerente y avísale que la lancha ya está por llegar…

-¡Si jefe!- dijo Jaimito, corriendo hacia el cuarto donde Joaquín seguía durmiendo.

Katia y yo, miramos a todos los costados que teníamos a nuestro alrededor, para percatarnos de que nadie nos mire mientras nos besábamos nuevamente. Logrando nuestro objetivo victoriosamente.

-¡Ya!- me dijo separándose -No es bueno que nos vean besándonos… al menos acá no… Tú sabes cómo son de chismosos acá, y pueden ir con el chisme a la esposa del alcalde…

-¿Ella es pariente tuya?- pregunté.

-No… nada que ver… Pero ella, es muy amiga de mi mamá… y por ella obtuve el trabajo de secretaria acá… Y si se entera de que estamos, se molestará… ya que me advirtió de ti…

-Que mala fama me hacen todos… No soy tan mujeriego como me pintan- dije tratando de defenderme.

-¿Tan?- dijo… O sea, ¿si lo eres?…

-Soy un incomprendido de la sociedad- respondí.

-Ya incomprendido… Típico de todos los hombres….

Me dio otro besito y fue nuevamente al lado la alcahueta de la señora Juana, quedándome solo por unos instantes.

Al llegar la embarcación (diez veces más grande que la primera en la que habíamos viajado, toda de metal), que comúnmente llamamos “chata”, todos comenzamos a ingresar y ocupar nuestros respectivos lugares para poder viajar (relativamente) cómodos. Eran las diez y treinta de la mañana.

Me ubiqué en la parte superior de la embarcación, al costado de la cabina del timonel, para tener una mejor visibilidad de todo el majestuoso paisaje que engalanaba a las riveras del rio Ucayali. Ahí también, noté la presencia de Wilson Bardales, el hombre de imagen institucional de la municipalidad, de apariencia tosca, de contextura gruesa, muy instruido, también shipibo y uno de los hombres de confianza del alcalde.

-¡Edú!- me saludó.

-¡Hola doctor oso!- respondí el saludo -No pensé encontrarte acá arriba…

-Ja, ja… es que desde acá podemos ver todo… y de paso puedo dormir un ratito sin que nadie moleste…

-Tienes razón mi estimado oso…

Dejé descansar a mi amigo (el doctor oso) sobre una de las bancas ubicadas en aquel lugar. Me senté en otra banca a pocos metros donde estaba Wilson. La brisa era reconfortante y adormecedora. Me cagaba de sueño. Cerré los ojos por un instante.

-¡Te estuve buscando por toda la lancha!- escuché la voz de Katy.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario