viernes, 11 de noviembre de 2011

PARTE 10

-Si llevas a una hembrita, no hay problema…

-¿Y, con cuál de todas iras ahora?…

-¿Recuerdas a Maricarmen Mendoza?...

-Mmm… De la única Maricarmen Mendoza que me acuerdo es de una culoncita, blanquiñosa y crespita que vivía a la vuelta de donde vivías, allá en Lima... ¿De ella me estás hablando?...

-¡Sí!- dije.

-¿Tu ex hembrita?...

-¡Sí!- volví a decir.

-¿A la que dejaste por huevón?...

-¡Sí!… digo, ¡No!… No la dejé por huevón… Nos alejamos, que es muy distinto…

-La dejaste…

-Terminamos cuando regresé a Pucallpa…

-La dejaste… Por lo que recuerdo, nunca terminaron… Te quitaste sin terminar… Solo le dijiste que regresarías la semana siguiente… y nunca regresaste… ¿o no?...

-¡Sí!- dije afirmando aquel recuerdo.

-Ya nostálgico… Ven a mi casa para tomarnos un par de chelitas…

-Solo un par cholito, ya que no quiero que la tombería me pare por manejar pasado de copas…

-Ni que iríamos a tomar hasta morir… Pero, se me ocurre una mejor idea…

-Ladra…

-Trae a Maricarmen acá a mi casa… y luego más tarde (en la noche) nos vamos al Perico’s…

-Me gusta la idea…Déjame llamarla y te confirmo en un instante…

-Listo pendeivis… esperaré tu llamada…

-¡Ok!- dije y colgué.

Casi al instante, marqué el número telefónico de Maricarmen. Timbraba y timbraba; pero no contestaba. Volví a insistir por varios minutos, pero no me contestaba. Tenía varias conclusiones en mente: o estaba en el baño por consecuencia de algo que habría devorado y le cayó mal para su digestión, o estaba durmiendo teniendo el celular en silenciador para que nadie la joda al descansar, o por último, estaba empinchada conmigo por la forma seca que había hablado con ella en horas de la mañana.

Insistí una vez más.

-¡Aló carajo!- dijo.

-Ups… creo que estas molesta…

-Estaba en el baño…

Intuí que había ganado la primera conclusión.

-¿Estas mal?- pregunté.

-No monguito, simplemente fue un cague de la tarde… Que pasó…

-¿Recuerdas a mi amigo Anthony?... ¿Anthony Pérez?…

-No…

-Vivía cerca de mi casa allá en Lima…

-Nada… No me acuerdo…

-Es un blanquiñoso, alto, con una cabeza protuberante, ojos adormilados, muy tranquilo…

-Pero no me acuerdo, pues…. ¿¡Que hay con él?!…

-Nos acaba de invitar a su casa para tomar unas cuantas cervecitas y luego nos iríamos a la disco… ¡¿Que dices?!…

-Pero, no me acuerdo de él…

-Si lo ves, te acordarás al toque…

-¿Y a qué hora iríamos?…

-Ahora mismo…

-Pucha… Ok… dame unos treinta minutos y vienes a recogerme…

-Pero que sean treinta minutos…

-Ok feísimo… treinta minutos… Llámame cuando estés afuera…

-Ok- dije y terminé la llamada, para luego (casi al instante) llamar a Anthony y confirmar la visita.

A las cuatro de la tarde, muy puntual, fui a recoger a Marita de aquel hotel que me traía a la mente gratos e ingratos recuerdos de apasionadas y fugaces episodios lúbricos con jóvenes señoritas insipientes (algunas) y voraces (en su gran mayoría).

-¿Aló, monga?…

-¿Ya estas abajo?- me preguntó.

-Sí… acabo de llegar…

-Ya estoy bajando monguito… espérame solo un instante…

Conocía (a la perfección) el significado de aquella frase: “espérame solo un instante”, sabiendo que en realidad era todo lo contrario. Ingresé al lobby del hotel, me senté en un sofá y agarré un periódico local del día y revisé (en primer lugar) la última sección de aquel medio de prensa escrito, la de espectáculos, llamándome siempre la atención aquellos traseros sorprendentes de algunas señoritas que generalmente no son tan agraciadas de rostro.

-Señor Eduardo, buenas tardes…

-Hola cholito, ¿como estas?- saludé al recepcionista.

-Después de mucho tiempo vuelve por estos lugares… ¿Pero, no es muy temprano para usted?...

-Sí, ¿No?... ¿Cuál era mi hora preferida?...

-Entre las dos y treinta y tres de la madrugada, saliendo siempre velozmente a las cuatro- dijo aquel recepcionista compartiendo una sonrisa cómplice.

-Sí… Que buenos momentos…

-Nos comentaron que (usted) nos había cambiado por otro lugar…

-No es que los cambie… Simplemente algunas de las juguetonas con las que salgo (o salía) son un poco reservadas, tímidas, cohibidas y prefieren la lejanía y oscuridad del “Bambú”…

Sonreímos con aquellos recuerdos y volví a ojear los periódicos puestos en la mesita de centro del lobby. Terminando de apreciar aquellos potos tapados por diminutas prendas, pasé la vista velozmente por la sección de noticias locales, policiales y culturales sin llamarme la atención ninguna de ellas. Al poco instante, apareció Marita con un polito blanco con la figura estampada en el pecho de Alanis Morissette (su cantante favorita), un pantalón jean apretadito y unas zapatillitas blancas. Tenía el cabello oloroso, suelto y húmedo (no chorreante). Maquillada con lo mínimo, para la ocasión. Estaba preciosa.

-¡Lista!- me dijo.

Sonreí. No dije nada. Por un instante, mi corazón dejó de latir ante su belleza quedando notoriamente mi sonrisa estúpida y abobada ante ella.

-Ya, carajo… Vamos…

-Sí- respondí, quedándome luego en silencio.

-¡¿Qué?!- dijo.

-Nada- respondí.

-¿Y porque me estas mirando con esa cara de mongazo?…

-Es la única que tengo…

-Lamentablemente- dijo sonriendo con cierta picardía envolvente.

Subimos a mi motocicleta y (ella) se sujetó a mi cintura y se recostó en mi espalda. Salimos de los límites del hotel entre pequeños baches y caminos pedregosos hasta llegar a una pista asfaltada (también con algunos escasos pero profundos hoyos a lo largo del camino causándonos unos dolores violentos en los riñones). No dijimos nada hasta llegar a la casa de mi amigo. Eran las cinco de la tarde.

Nos paramos en el portón de fierro de la casa de Anthony y toqué de tal forma que los nudillos de mis dedos se enrojecieron. Saqué mi celular y lo llamé.

-Pillín, estoy fuera de tu casa… Ábrenos la puerta…

-¡Voy pillín!- dijo y cortó la llamada.

Esperamos solo un instante y abrió el portón de fierro.

-¡Te tardaste!- me dijo dándome un abrazo y un beso en la mejilla (como siempre lo hacíamos).

-Tony, no sé si recuerdes a Marita…

-¡Hola!- saludó dándole un beso en la mejilla -Claro que me acuerdo de ti… tú fuiste enamorada de Edú… hará unos ocho años atrás… Claro que me acuerdo…

-¡Sí!- dijo -Por dos meses… y luego desapareció- dijo bajito, sintiéndome incomodo por algunos instantes -Pero ahora nos hemos vuelto a encontrar… y aquí estamos… como buenos amigos…

-Marita vino a Pucallpa para llenarse de inspiración en la redacción de un libro que tiene como proyecto personal- comenté a Anthony…

-Que bueno… Y que gusto que hayas escogido a la selva para tu inspiración….

-Sí… Gracias… La selva me fascina entre muchas otras cosas…

-Bueno… Que mal educado, pasemos por favor… Pillín, mete tu moto sino te la llevan… Mira que a mí ya me robaron dos veces de la puerta de mi casa (acá afuera nomas)… Los choros son unos hijos de puta, no creen en nadie… No les importa si las personas los están mirando… con ellos no es la cosa…

-Dímelo a mí que soy periodista… Vivo con el peligro a diario (exagerando un poquito)…

-¿Eres periodista?... ¡Qué interesante!… ¿Y en donde trabajas?...

-En el diario Expreso…

-¡Ah!… Ese que tiene un formato parecido al diario el Comercio, pero más chico ¿no es así?- dijo Anthony.

-¡Ese mismo!- respondió Maricarmen.

Una vez dentro, cerramos el portón (ya con mi motocicleta completamente segura al costado de la moto de Anthony y con los nudillos de mis dedos enrojecidos).

Anthony vivía en compañía de su hermana y cuñado; pero cada quien independiente uno del otro. Aquella casa estaba dividida en dos. Una para él y la otra para Carla, su hermana. Tenía una enamorada, Verónica, que vivía en Arequipa, tenían muchos años juntos como pareja, solo faltaba el matrimonio.

Ingresamos a la sala y encontramos a una bella jovencita con un vaso de vino en la mano.

-¡Hola!- saludamos.

-¿Tú debes de ser la enamorada de Anthony?- preguntó Maricarmen.

-¡No!- dijo Anthony -Ella es Carmencita, una amiguita, nomas… Espérenme un ratito, voy a traer un par de copitas para ustedes… ¿Me acompañas Carmencita?- Carmencita se levantó y fue tras de Anthony.

-¡Pendejo de mierda!- dijo Maricarmen en voz baja y mirándome a los ojos -Ya me acuerdo de tu amigo… ¿No era el que afanó a mi prima Marisol, sabiendo que ella tenía enamorado?...

-¡Sí!…

-Claro… Ahora lo recuerdo perfectamente…

-¿Pero, porque pendejo?... ¿Acaso le puso un revolver a tu prima para que le ponga cuernos a su enamorado?... No ¿no?...

-Bueno… allá ella también que era otra pendejita- dijo sonriendo.

-Pero no es que sea pendejada… Es tal vez una prueba que te pone el destino para ver que tan fuerte somos ante las debilidades del ósculo bucal y tentaciones carnales frecuentes en un varón- dije con cierta autoridad en la materia.

-Y que tal si el enamorado de mi prima hubieses sido tu… ¿Cómo te hubieses sentido?… O mejor aún, que tal si yo, hubiera sido la que agarraba con algún huevón de por ahí… ¿Cómo te hubieses sentido?... Te lo dejo como tarea…

-Gracias profesora- dije sonriendo sínicamente, pero en el fondo sintiendo que me había ganado dejándome una vergüenza de conciencia.

-A ver muchachones, acá les traigo sus vasitos… Disculpen que nos hayamos demorado un poquito, pero teníamos que lavarlos ya que no son frecuentemente utilizados… Solo para ocasiones especiales, como esta- dijo Anthony dándome un guiño de complicidad.

-No te preocupes pillín, entendemos- dije encubriendo aquella demora, sin saber en realidad que fue lo que ocurrió. Lo cual no nos importó.

Comenzamos a tomar el vino que Anthony tenía guardado en un compartimento secreto. Tenía en total cuatro botellas de vino y una de whisky. Acabamos tres botellas de vino y un cuarto de la botella del whisky, comiendo algunos bocaditos que tenía guardado en su despensa y que también los había sacado para la ocasión. Entre risas, anécdotas, risas, licores acabándose y más risas, el tiempo pasaba sin pedir permiso. Eran las ocho de la noche. Anthony estaba embalado, cachondo, arrecho ante la circunstancia. Carmencita también. Y (ambos) dieron rienda a las sugerencias del alcohol y de la noche, y fueron al cuarto de Anthony, quedándonos (Marita y yo) en la soledad de aquella sala.

-¡Te juro que no pensé divertirme tanto!- me dijo Marita.

-¡Y eso que aún nos falta ir al Perico’s!- respondí.

-¡Oye, se pasaron esos dos!- dijo refiriéndose a Anthony y Carmencita.

-¡Tienen derecho!- respondí acercándome un poco más a ella.

Comenzaba a contarme algunas anécdotas que le habían ocurrido mientras estudiaba Ciencias de la Comunicación en la Universidad San Martin. Yo acariciaba su oloroso cabello mientras me narraba parte de su vida. Eran las nueve de la noche.

-Bueno chico mongo… que te parece si continuamos con tu relato…

-No me digas que trajiste acá tu mp3…

-¡Sí!- dijo inocentemente sacando del bolsillo de su jean el mencionado aparatito.

-¡Bueno!- dije en tono de rendición -¿En dónde nos quedamos?...

-Déjame retroceder un poco- dijo y presionó el botón de retroceso y casi al instante dio el clic de “play”.

-…que estaban entre el público confundidas entre mis compañeros de clase… Me hacía sentir bien… (…)… Al final de la obra, nos tomaron fotos tomados de la mano (Príncipe y Cenicienta)… fuimos la pareja (ficticia) más comentada en toda la escuela por un buen tiempo… A la hora de los recreos, los demás alumnos que me veían pasar decían entre ellos -Ahí está pasando el Príncipe- y yo sacando pecho ante tal envestidura… (…)… -Disculpa monga, tengo una llamada por el celular…-¡Ok!-

-¡Ok!- dijo presionando nuevamente el botón de grabación -Continuemos…

-Príncipe… príncipe… (Que más)… Y bueno, el año siguió su curso y terminé el quinto grado de primaria con otro diploma bajo el brazo por haber ocupado (nuevamente) el primer puesto en aprovechamiento y conducta… Era uno por cada año (desde primero de primaria)… Ya estaba acostumbrado a ello… Luego, ingresé al sexto y último año de primaria… ya un poquito mayor… más alto, más parlanchín (al menos ya hablaba con mis amigos y ante el público), pero si, aun flaco… Estaba en toda la etapa del descubrimiento del primer amor, de la primera ilusión, de mi primera chica… Mi objetivo estaba enmarcado hacia Liliana; pero, sabía (por boca de sus propias “amigas”) que mi “primita” Jessenia me había puesto un ojo encima… Una era más sofisticada que la otra… Lili pertenecía a una familia modesta baja, en cambio Jessenia era de una familia relativamente igual a la mía, de los que sus padres podían concederles algunos caprichos permitidos para los bolsillos de una clase media… Si la opción era por nivel económico, ganaba Jessenia… Pero, como no había esa opción, opté por mi ilusión… Me había (por llamarlo de alga forma) enamorado silenciosamente a gritos de Liliana… Yo no lo decía; pero, era obvio ante las miradas y atenciones que le daba… Éramos niños, y la inocencia (en aquellas épocas) reinaba… Recuerdo que, cierta oportunidad, en hora de recreo, salimos todos al patio de juegos y fui prácticamente secuestrado por un grupo de terroristas femeninas que me llevaron violentamente (ante la mirada de mis demás compañeros que poco o nada pudieron hacer) hacia una esquina del bloque de aulas donde estudiábamos… Levanté la mirada aterrorizada ante tan atentado impuesto por el erróneamente llamado “sexo débil” y noté la presencia de dos bandos femeninos frente a mí… Uno de ellos era conformado por Liliana y tres amigas más… la otra, era de Jessenia y diez secuaces (teniendo entendido que habían sido ellas las culpables de mi secuestro)… Las del grupo de Jessenia, las mas trejas y feas, me arrinconaron hacia la pared y me agarraron de las manos y los hombros, preguntándome a escasos centímetros de mi rostro cual era mi decisión, por quien había decidido entregar mi inocente, honrado y cándido corazón… Prácticamente me sentí torturado con los alientos podridos de aquellas mofletudas que escupían al hablar tan cerca de mi rostro… Jessenia y Liliana esperaban una respuesta… yo no dije nada… estaba petrificado por la inhalación de aquellos gases bucales expuestos tan cerca de mi… Gracias a Dios, llegó una profesora de apariencia gentil, y fui rescatado sin pagar el precio de una humillación ante el sexo femenino… Las miradas de venganza estaban puestas en mí, pero no de las protagonistas, sino por las chupamedias de sus amigas (alcahuetas de mierda)… Yo tenía que salir (del aula) rodeado de mis amigos para no ser víctima (nuevamente) de aquel atropello a la dignidad humana… Nuestros padres se reían ante tal gracia infantil… ¿Gracia?... ¿Cuál gracia?... Era una locura lo que sucedía… Un acoso hacia mi persona expuesto a todos… Una persecución diaria… Un ataque de miradas siniestras apuntadas hacia mí… Al pasar el tiempo y llegando casi a la culminación del año, teníamos que hacer los planes para nuestra fiesta de promoción… el local, la comida, la ropa y lo más importante… la pareja… Nuestras madres (la mía y la de Jesenia) habían decidido (secretamente) que seamos pareja de promoción emocionando a más no poder a mi “primita” ya que había logrado su objetivo… Tuve que aceptar (prácticamente obligado ante las miradas de ambas madres)… -¿Quieres que Jessenita sea tu pareja de promoción hijito?- me preguntó mi tía Nelly, mamá de Jessenia…Un “ya” tímido, fue mi sentencia… Al día siguiente, en el salón de clases, nuestro mentor, nuestro profesor de toda la vida (desde primer grado de primaria) comenzó a preguntar a cada alumno quien iba a ser su pareja de promoción… Un compañero que se encontraba detrás mío me dijo: -Edú… Liliana nos acaba de decir que cuando el profe le pregunte a ella, dirá tu nombre para que seas su pareja- (…) -(¡La cagada!)- pensé en mi más inocente cabecita… Mi deseo más anhelado estaba ahí… Lili ya se había decidido a decir públicamente mi nombre sin temor a una vergüenza, dejando a un lado el miedo a que Jessenia y compañía le haga algún daño (infantil)… Pero mi astuto profesor (cómplice a la fuerza de mi tía) comenzó a preguntar por el lado de Jessenia, siendo ella la primera en responder en voz alta, fuerte, decidida y muy segura: -¡Mi pareja de promoción será Eduardo!- Sabía cuál iba ser su respuesta, pero tenía que poner cara de sorpresa para no romper el corazoncito de Lili… Pero lo que no tomé en cuenta, fue que Jessenia se había percatado de la cara de pavo que había puesto, causando en ella un llanto de desilusión y decepción… Aquella situación dio como resultado que mi tía Nelly vaya a mi casa en horas de la tarde para remediar aquel bochornoso acto, preguntando a mi madre si yo realmente iba a ser la pareja de promoción de mi “primita”, respondiendo (mi madre) que ya habíamos dado nuestra palabra y que la cumpliríamos… Recuerdo que mi madre me había dado una venerable puteada sobre lo ocurrido… Tenía que ser caballero ante todo… Luego me enteré que Liliana (como última opción y resignada) había escogido como pareja de promoción a un amigo mío…

Maricarmen observada muy atenta a lo que decía, no importaba si mentía o decía la verdad.

-¡Salud!- dije agarrando mi copa de vino y haciendo un brindis con ella-¡Por nosotros!…

-¿Por nosotros?- dijo.

-Sí… Por nosotros…

-Y… ¿por qué?...

-Por nuestra amistad… Por nuestro reencuentro… Por tu proyecto… y Por el futuro…

-Pensé que dirías: “Por Nuestro futuro”- dijo sonriendo -¡Ya!… ¡continúa con tu historia!…

-¡Dejémoslo para mañana!…

Nos quedamos mirándonos aun bajo el efecto del mucho vino y del poco whisky que teníamos encima. Yo aun, acariciando sus cabellos crespos y aromáticos. Se acercó a mí sin decir una sola palabra. No sé si fueron los efectos afrodisiacos del alcohol o de las ganas reprimidas de tenernos nuevamente uno al otro tan cerca y decididos a algo. Me acerqué aun más y ella cerró los ojos dando paso al preludio de un beso. Al rosar levemente nuestros labios, fuimos interrumpidos.

-¿Interrumpimos?- preguntó Anthony llevando como rabo a Carmencita -¡Ya falta poco para las diez!… ¿Que les parece si hacemos fuga a las once?…

-¡Buena idea!… ¡Tampoco iremos temprano a limpiar el local para otros!- dije resignado por aquella interrupción que nos había causado.

Carmen se levantó a servir un poco de vino en las cuatro copas.

-¿Y que han estado haciendo mientras nosotros no estábamos?- preguntó Anthony.

-¡Conversábamos!- respondió Marita.

-¡Nosotros también!- dijo Anthony dando una palmada en la nalga a Carmencita -¿No es así bebita?...

Carmencita no dijo nada, aun estaba ebria. Y seguimos tomando hasta las once de la noche, tiempo en que iríamos rumbo a la discoteca.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario