viernes, 11 de noviembre de 2011

PARTE 16

Al llegar a casa, encontré a mis compañeros de vivienda cada quien haciendo lo suyo, luego me preguntaron cómo me había ido en el examen, a lo que conteste con un ¡BIEN! ¡FACIL! y luego me dirigí a mi cuarto a dormir un buen rato… En horas de la tarde fuimos rumbo a la oficina de admisión de la universidad San Martin ubicada en el distrito de Pueblo Libre, ya que ahí iban a publicarse los resultados del examen de admisión de aquel día; pero, por razones que hasta ahora desconozco no lo publicaron ese día y regresamos al departamento a festejar nuestro supuesto ingreso a la vida universitaria junto con Anderson ya que él también había postulado, pero a la carrera de administración de empresas, y desde luego que Juan también estaba con nosotros en la celebración siempre dándonos palabras de aliento… Aquel día nos emborrachamos como lo hacíamos a menudo, solo que esta vez había un motivo “ingresábamos a la universidad”… A la mañana siguiente fuimos, nuevamente (los tres), a la oficina de admisión y esta vez estaban colocados en una pizarra acrílica los nombres de los ingresantes de cada carrera profesional… Con cierta desconfianza busqué mi nombre en aquella lista… de repente por algún milagro haya alcanzado el puntaje necesario para ingresar… Comencé a buscar por nombre… y no lo encontré… Comencé a buscar por apellido… y esta vez por obra y gracia del Gran Arquitecto Del Universo encontré mis apellidos y nombres entre los cientos de individuos, a lo que exclamé un fuerte grito: -¡INGRESÉ!- y Juan se acercó y me dio un fuerte abrazo -¡Felicidades amigo!- me dijo con una sonrisa de oreja a oreja… Me sentía impresionado por que estaba seguro que no había llenado en su totalidad aquella hojita del examen… entonces ¿cómo rayos mi nombre estaba entre los ingresantes? Era la pregunta millonaria que me hacía y no daba respuesta -¿Dónde está tu nombre?- preguntó contento Anderson, ya que él también había ingresado a la carrera de administración de empresas… Orgulloso me acerqué nuevamente a la pizarra y busqué nuevamente mis apellidos… Fijándome (ahora) detenidamente (sin pestañar) que al costado de mi nombre estaba la palabra “No Ingresó” -¡No ingresé!-dije entre dientes y creando un silencio entre mis amigos, para luego comenzar a cagarnos de la risa por tan morrocotudo ridículo… La alegría de mi ingreso duró poco… La tristeza y risas de mi patinazo duraron mucho… (…)… Fuimos de regreso al departamento a celebrar el “ingreso” de Anderson y mi “no ingreso”… Mis padres llamaron para saber los resultados del examen de admisión, esta vez les dije la verdad y la tomaron con buen pie… me dijeron que para la próxima la agarraba, dándome siempre la confianza necesaria para lograrlo… Al día siguiente, fui a tu casa y te conté todo lo que había pasado y nos matamos de la risa… Ese mismo día te pedí que seas mi enamorada… Tú aceptaste sin tan siquiera terminar de pedirlo… Ese mismo día comunicamos a tus padres que ya éramos enamorados… Tu mamá se alegró muchísimo… Tu papá me dio un sermón de la gran puta sobre el respeto, la confianza, la honestidad, el dialogo y el NO sexo entre parejas hasta el matrimonio… Escuché calladito… (…)… Aquella semana la pasamos fenomenal, el ciclo de clases en el instituto había terminado y teníamos una semana para estar libres sin tareas ni ensayos ni prácticas en los canales de televisión… Salíamos a caminar por las calles del distrito de Jesús María, donde tú vivías con tus padres, siempre tomado de las manos (como era nuestra costumbre)… Solíamos jugar en cualquier parque que encontrábamos hasta terminar con la ropa húmeda llena de tanto sudor… (…)… Una cierta tarde, luego de dos semanas del catastrófico examen de admisión, mientras estaba tomando unas cuantas cervezas en el departamento entre Anderson, Juan y yo, recibimos una llamada telefónica la cual contesté sin presagiar lo que iba a pasar -¡Aló!- dije -¡Buenas tardes! ¿Se encuentra el señor Eduardo Suarez Mariátegui?- dijo una voz femenina por el teléfono -¡Sí, él habla!- (…) -¡Buenas tardes señor Suarez! ¡Lo llamamos de la Universidad San Martín de Porres, para darle a conocer que usted no obtuvo el puntaje necesario para la carrera profesional de ciencias de la comunicación a la que postuló!- (…) -¡Señorita, no era necesario que me llame para decirme eso, ya que yo ya estoy enterado que no ingresé!- (…) -¡Señor Suarez, el motivo de nuestra llamada telefónica es para darle a conocer que usted obtuvo el puntaje necesario para la carrera profesional de psicología!- (…) -¿Señorita, puede explicármelo; pero, en cámara lenta?- (…) -¡Dentro de la facultad de ciencias de la comunicación, está incluida la carrera profesional de psicología! Y como usted alcanzó el puntaje necesario para inscribirlo, lo estamos llamando para confirmar si estaría interesado en pertenecer a nuestra universidad- (…) -¡Bueno!- (…) -¡Entonces, mañana tiene que acercarse a la oficina del decano de la carrera de psicología ubicada en Jesús María!- (…) -¡Ok! No hay problema- (…) -¡Vaya de frente a hablar con el doctor Quinteros, que es el decano de la carrera de psicología! Él ya tiene en su poder la lista de personas que también están en la misma situación que usted- (…) -(¿Situación?)- pensé algo desconcertado -¡Perfecto señorita! Mañana mismo iré a entrevistarme con el decano de la carrera- (…) -¡Esperamos haberle sido de mucha ayuda y bienvenido a la Universidad San Martin de Porres!- diciendo esto, terminó la llamada telefónica… Mis compañeros de vivienda me animaron por la noticia, aunque teniendo en cuenta que aquella universidad haría todo lo posible por lograr inscribir alumnos, aun siendo a la carrera profesional distinta a la que uno haya postulado… A la mañana siguiente fui contigo a la dirección mencionada, según mi prospecto de admisión y buscamos la oficina del decano de la carrera de psicología… nos tardamos casi diez minutos en hallarla, pero al final logramos encontrarla en medio de muchos otros alumnos que estaban haciendo la cola respectiva para tener una entrevista con el fulano encargado de la carrera…Estabas súper nerviosa, como quien tener una entrevista de trabajo… Me arreglabas la solapa de la camisa a cuadros que tenía puesto aquel día… Limpiabas los rastros de pelusitas que estaban adheridas también a mi pantalón de vestir negro… Con tus manos acomodabas mis cabellos alborotados que con la brisa se habían desordenado… Hasta que llegó mi turno de ingresar -¿Te acompaño?- me preguntaste -¡No monguita! ¡No es necesario!- respondí mientras tu mirada de nervios aun reinaba en ti… Al ingresar a la oficina del decano encontré a un gentil hombre de saco y corbata sentado detrás de un escritorio con una banderita con la insignia de la universidad con su lema característico Veritas Liberabit Vos… En la mesa había una pequeña tabla acrílica que decía Dr. Carlos Quinteros Salaverry -Decano de Facultad de Psicología - Universidad San Martin de Porres… Lo saludé y aquel personaje de traje muy amable comenzó a explicarme de que se trataba aquella entrevista: -¡Me imagino que ya sabes porque estás aquí! ¿No es cierto?- (…) -¡Así es! ¡En realidad, más o menos!- respondí -¡Bueno! Entonces, te explico cómo son las cosas… Como bien sabes, esta es tu segunda opción universitaria ya que la primera opción fue la carrera de ciencias de la comunicación… ¿No es cierto?- (…) -¡Así es!- respondí -¡Entonces, como esta es tu segunda opción te vamos a dar una semana para ver si te adecuas a esta carrera! O sea, que, estarás estudiando una semana de forma libre, sin hacer ni un solo pago hasta ver si te adecuas- (…) -¿Es posible eso?- pregunté con cierta desconfianza -¡No te vamos a obligar a matricularte en una carrera que no es la que tenías en mente! Pero, te queremos dar una opción al proponerte que estudies la carrera de psicología- (…) -¡Suena razonable!- respondí -¿Y desde cuándo comenzaría con mi adaptación?- (…) -¡Desde hoy!- (…) -¿Desde hoy?- (…) -¡Sí! ¡Tus clases comienzan hoy a partir de las cinco de la tarde hasta las diez de la noche!- (…) -¡Muchas gracias!- fue lo único que pude decir -¡Tu horario de clases lo puedes ubicar en el pasillo! ¡Ahí mismo sabrás donde estará ubicada tu aula!- (…) -¡Muchas gracias!- volví a decir estrechando la mano de aquel decano… (…)… Al salir, vi que me estabas esperando comiéndote las uñas de los dedos -¡Dime! ¿Cómo te fue?- (…) -¡Me están dando una semana libre para ver si me adecuo a la carrera!- (…) -¡No entiendo! ¿Cómo es eso de una semana libre?- (…) -¡O sea que estaré una semana estudiando sin hacer un solo pago!- (…) -¿Se puede hacer eso?- (…) -No lo sé; pero, tal parece que sí- respondí aun confundido… Ubicamos una pizarra donde se encontraban los horarios de clase de todos los ciclos académicos… Copie del primer ciclo (que me correspondía) y vi que mi aula estaba ubicada en el tercer y último piso… Al salir de aquel sitio te conté todo lo que había hablado con el decano de la carrera y regresamos caminando a tu casa abrazaditos (aquel establecimiento universitario quedaba cerca a tu casa)… (…)… Al promediar las cuatro de tarde, salí del departamento y tomé una combi que me llevaría por la avenida Cuba, que me dejaba a escazas dos cuadras de mi lugar de estudios… Llegué puntual (a las cinco en punto)… Subí pausadamente por las escaleras hasta llegar al tercer piso, encontrando ahí a una cierta cantidad de alumnos, algunos de ellos sentados en las carpetas unipersonales, otros parados mirando la calle por las ventanas y muy pocos en grupos conversando de algo… Opté por ir a la ventana y contemplar aquella aburrida calle desierta -¡Buenas tardes!- invadió fuertemente una voz gruesa en el aula… Todos nos sentamos, cada uno en la carpeta que halláramos cerca… Un personaje bajito, colorado, de cabellos castaños y largos hasta el hombro escribía en la pizarra acrílica “Fundamentos de la Psicología” y con un dejo extranjero dijo: -¡Mi nombre es Claude Schikins, psicólogo de profesión y catedrático de esta facultad por casi seis años! ¡El curso que me toca enseñarles, es el que está escrito en la pizarra!- y bla bla bla, comenzó a hablar sobre muchos temas relacionados a la psicología dándonos ejemplos de la vida diaria por casi una hora y media, hasta que dijo: -¡Mañana tomaré un examen de la clase de hoy!- (…) -(¿Clase? ¿Qué clase?)- pensé, llevando mi mirada por los demás compañeros de clase que me rodeaban, encontrando en algunos la misma mirada perdida y desconcertada que la mía... Me acerqué a un grupo de compañeros que rodeaban a uno de ellos, que era un alumno de un ciclo superior que llevaba aquella clase por segunda vez y con el mismo catedrático… Él nos explicó que aquel pendejo (de pedagogo) no dictaba sus clases y que el alumno debía de anotar lo que le pereciera más importante de aquella explicación catedrática… (…)… La siguiente clase la tuvimos libre, el profesor o profesora no había asistido… teníamos dos horas sin hacer nada y no la pasaríamos parados mirando la calle desde las ventanas del tercer piso… aunque algunos si lo hacían… La mayoría (incluyéndome), salimos del salón de clases y bajamos hasta el primer piso a comprar algunas galletitas y frugos para matar al hambre… Me acerqué a uno de los compañeros de mi aula que se encontraba solo tomando una Pepsi y comenzamos a dialogar de no recuerdo que; pero, lo hicimos… a lo que uno más se acopló a nuestro dúo y uno más y otro más formando un pequeño grupo de varones intercambiando algunas vivencias personales… Subimos nuevamente al aula al promediar las nueve de la noche, tiempo en que tocaba otro curso, esta vez de solo una hora… a lo que nuevamente el profesor o profesora nunca llegó… Al día siguiente, aquel grupo de amigos que se había formado una noche antes se reunía nuevamente al borde las ventanas del tercer piso jodiendo a las chicas que pasaban por las calles y luego escondiéndonos como niños haciendo travesuras, para luego sentarnos a comenzar con la clase… La profesora, esta vez sí había asistido al aula y nos tocaba con ella cinco horas seguidas con espacio de quince minutos cada dos horas para tener un pequeño break… Era la doctora Emilia Salazar, joven psicóloga de veinticinco años, alta, delgada, de buen cuerpo, culoncita y tetona, llevaba siempre un par de lentes que le daba un toque intelectual… El curso que nos enseñaba era Teorías en el campo de la comunicación -(¡Qué carajos era esa huevada!)- pensábamos la mayoría de los varones que estábamos en el aula, aunque no nos importaba en lo absoluto ya que nos reconfortaba ver las curvas en aquel vestido que llevaba la doctorcita marcándole siempre una figura envidiable para las gorditas que habían en el salón -¡Jóvenes! ¡Formen grupos de trabajo de cinco alumnos para realizar las tareas que les voy a encomendar!- dijo la doctorcita… Así que me agrupé con los que estaban más cerca de mi… Luego, nos dio unas tarjetas conteniendo historias con (aparentes) problemas y de ahí sacar algunas conclusiones de cuales seria las causas -¡Tienen dos horas para encontrar las posibles causas de los problemas y luego elegirán a uno de sus compañeros de grupo y (éste) saldrá al frente y las expondrá ante sus (demás) compañeros!- dijo la doctorcita y comenzamos a darnos roles… Yo me propuse en leer la historia que estaba escrita en la tarjeta para luego analizarla y sacar las causas entre todos para luego enchufar la responsabilidad de salir al frente y exponer ante los demás… Nadie quería salir en frente; pero, al final con un “yan quem pó” elegimos a uno de nuestro grupo -¡Edú!- (…) -¡Qué!- respondí ante el llamado de uno de mis compañeros de grupo -¡Levanta suavemente la mirada y como quien no quiere la cosa, mira hacia el grupo que está cerca del atril de la profesora!- levanté ligeramente mi mirada y la dirigí hacia donde mi compañero me había indicado notando la mirada de una las chicas de uno de los otros grupos… Haciéndome el cojudo baje nuevamente la mirada y no despertar sospechas -¿Quién es?- pregunté -¡Se llama Karina! ¡Karina Trece!- (…) -¡Carajo! ¿Y cómo lo sabes?- (…) -¡Es que el primer día de clases me senté detrás de ella y nos hicimos amigos!- (…) -¡Está bonita!- dije -¡Sí!- (…) -¡Ya par de conquistadores, déjense de huevadas y continuemos con el trabajo!- dijo uno de los del grupo, el cual tenía la responsabilidad de exponer en frente…

-¿Fue por ella que me dejaste?- preguntó Maricarmen.

-¡No fue por ella!- respondí.

-¡Continúa!- me dijo no sin antes dar un sorbo del vino que aun teníamos en las manos.

-Los grupos salían a exponer en frente de todos, primero leían las historias y luego explicaban las posibles causas de los problemas que se encontraban en ellas, luego la profesora elegía a cualquier alumno (de otros grupos) para que dé alguna otra teoría distinta a las expuestas… Aquella tarde solo dos grupos de los cinco que habíamos formado expusieron, los demás tendrían su oportunidad en la siguiente clase -¡Edú!- (…) -¡Qué!- (…) -¡Te están chequeando!- (…) -¿Quién?- (…) -¡Quien más!- (…) -¿Karina?- (…) -¡Que rápido te aprendiste su nombre!- (…) -¡Si me estas jodiendo desde hace rato con ella, es lógico que tengo que aprenderme su nombre!- dije levantando nuevamente mi mirada y buscando la de ella… Al encontrarnos, ella sonrió y yo también… (…)… Aquella semana universitaria la pasé muy bien haciendo nuevos amigos y nuevas amigas, aunque aún no con Karina… (…)… El sábado por la mañana recién fui a visitarte, después de cuatro días de estar estudiando… Te conté brevemente lo que había sucedido en ese lapso de tiempo que pasé acoplándome a la carrera universitaria, luego salimos a almorzar en un restaurante chino que estaba cerca de tu casa y regresamos a tu casa a ver unas películas en vhs que habíamos alquilado en Blockbuster… Ese sábado estábamos completamente solos en tu casa… tus padres habían salido a una reunión en casa de tus tíos… también nos habían invitado; pero, tu no aceptaste y preferiste quedarte a ver las pelis conmigo… Tu papá me miró amenazante como quien decir: “Recuerda lo que hablamos: Respeto, Confianza, Honestidad, Dialogo y NO SEXO entre parejas hasta el matrimonio”… Hicimos canchita, tomamos Crush y veíamos las pelis de rato en rato luego de besarnos y tratar de comernos, siendo interrumpidos cada cierto tiempo por el llamado telefónico cuando tu padre marcaba para ver si todo estaba en orden -¿Aló?- (…) -¿Todo en orden?- (…) - ¡Sí papá! ¡Todo en orden!- (…) -¡Ok!- era el diálogo que tenían cada inesperado tiempo… No hicimos nada aquel día, más que comer cancha y tomar gaseosas hasta inflar nuestras panzas…

-Sí… recuerdo ese día… ¡Cómo jodía mi papá a cada rato!- dijo sonriendo.

-Ese día regresé a mi casa a las nueve de la noche, supuestamente de casa de mi tía Deysi… Al día siguiente, fui nuevamente a tu casa y esta vez hice gala de mis dotes de cocinero… Ese día preparé una causita rellena de tres pisos con filete de atún, hilachas de pollo y trozos de palta, cada uno en un piso distinto… fue agradable… a tu mamá le encantó… tu papá no probó ni un solo pedazo… me imagino que por el dicho de lo que “boquita come, culito paga”… él prefirió calentarse el almuerzo del día anterior, un cabrito a la norteña que tu mamá prepara como los dioses… Salimos nuevamente en la tarde a un parque cerca a tu casa, estuvimos recostados en el césped, por ratos me recostaba en tus piernas y tú me acariciabas el cabello hasta quedarme por momentos dormido, para luego me despiertes con un besito en los labios… Así pasamos esa tarde de domingo… (…)… Al día siguiente, fui nuevamente a la oficina del decano de la facultad de psicología a entrevistarme con el doctor Quinteros para decidir si me matriculaba o no -¡Eduardo Suarez! Pasa muchacho- (…) -¡Buenas tardes doctor!- (…) -¡Dime que decidiste!- (…) -¡Está un poco complicado! ¿Usted cree que pueda darme una semana más para acoplarme al grupo y a la carrera?- (…) -¿Una semana más?- (…) -¡Necesito estar seguro de la decisión que tengo que tomar para poder matricularme!- (…) -¡Mira Eduardo, déjame decirte que no estamos acostumbrados a este tipo de peticiones; pero, por esta única vez haremos una excepción contigo! ¡Pero, OJO, solo te podemos dar una semana más!- (…) -¡Sólo eso necesito! ¡Muchas gracias!- subí a mi aula y me encontré con toda la patota de mi grupo a esperar al chato colorado de cabello castaño y largo… Esta vez sí estábamos preparados y escribiríamos lo más importante que aquel hijo de puta extranjero hablara… al final de la clase nos juntábamos en grupos a intercambiar apuntes y así tener un tema más completo… Nuestro primer examen con él fue una cagada… Todos desaprobados… incluso aquel fulano que estaba llevando el curso por enésima vez… (…)… Al terminar el curso de fundamentos de la psicología nos juntamos en grupos, esta vez las chicas también habían formado un grupo con las más pícaras y atrevidas del salón -¿Viste quien está en el grupo de las chicas?- (…) -¡Sí!- respondí mirándolas -¡Karinita Trece!- de alguna forma aquella chica me atrajo (de manera involuntaria), no estaba en mis planes engañarte…

-¿Lo hiciste?- me preguntó.

-¡Déjame continuar y lo sabrás!- respondí -Aquel grupo femenino comenzó a alborotar el salón de clases sin profesor (de turno)… Nosotros las mirábamos cuando hacían algún tipo de griterío… (…)… Al menos lograban llamar nuestra atención… Pero, mis ojos estaban fijos en Karina y los de ella puestos en los míos… Cosa que sus amigas notaban y comenzaban a joder -¡Huy, si las miradas hablaran hace tiempo estarían armando un dialogo entre dos personitas que tenemos acá!- (…) -¡Papacito!- gritaba una -¡Edú, ven acá a nuestro grupo!- decía otra más suelta y atrevida -¿Preciosas, porque no vienen ustedes acá?- dijo uno de los miembros del clan macho en el que estábamos unidos -¿Por qué no vienen ustedes si son bien machitos?- respondían las hembras y así se armaba el alboroto en el aula… A la hora de salida, fui al paradero a esperar el bus que me llevaría a San Miguel y así dormir bien abrigado, rico y calientito; pero, grande fue mi sorpresa cuando a mi costado estaba la chica del salón que me atraía -¡Hola!- me dijo -¡Hola!- respondí -¡Edú! ¿No?- dijo -¡Karina! ¿No?- respondí y ambos comenzamos a reírnos de aquella introducción sonsa al diálogo -¿Por dónde vives?- preguntó -¡San Miguel!- respondí y sonrió -¿Y tú?- pregunté -¡Coincidencias de la vida! ¡También en San Miguel!- (…) -¡Qué bueno! Así podremos siempre regresar juntos… Claro, si así lo deseas- (…) -¡Sí! ¡Me encantaría!- respondió y así comenzamos a conversar mientras el bus llegaba al paradero, luego subimos y nos sentamos juntos para proseguir con nuestra charla… Me preguntaba de donde era, y yo respondía que era de la selva, de Pucallpa, y no me creía al igual que mis demás compañeros de clase… pero, igual seguimos hablando… ella me contaba sobre sus padres, hermanos, abuelos, viajes que tenía con su familia constantemente a Cajamarca ya que sus abuelos maternos tenían un fundo ganadero ahí y eran los principales productores de lácteos cajamarquinos… yo tampoco no podía quedarme atrás y comentaba del fundo de mis abuelos paternos, de las chacras que ellos tenían, de los árboles frutales que abundaban y del olorcito agradable a mierda de vaca que reinaba en los pastizales (característico de los fundos ganaderos)… También, recordaba aquella quebrada que quedaba a escasos cincuenta metros de la casona donde dormíamos, con el agua heladita siempre corriendo levemente donde reposaban un par de troncos viejos pero resistentes que servían de estancia para poder bañarnos y de paso como puente para pasar al otro lado de la quebrada que llevaba a unas chacras donde abundaba el maíz, la yuca y los plátanos, rodeados por árboles de naranjas, mangos, guayabas y demás frutas silvestres de la amazonía… Para llegar a aquel fundo patriarcal, en primer lugar teníamos que llegar a Yarinacocha, para luego subir a un bote y navegar por la laguna hasta anclar en el pueblo de San José, de ahí teníamos que ingresar andando por un estrecho camino a través de otra chacra ganadera y cruzando un puente artesanal que nos permitía pasar una pequeña quebrada… Todo ese recorrido nos demoraba alrededor de cuarenta y cinco minutos, para luego poder llegar al fundo de mis abuelos… (…)… Luego de una breve charla en el bus, llegué a mi destino -¡Aquí me bajo!- dije -¡Yo también!- respondió y bajamos juntos en el distrito de Magdalena -¿No me habías dicho que vivías en San Miguel?- preguntó -¡Sí!- respondí -¡Esto no es San Miguel!- (…) -¡Lo sé!- (…) -¿Entonces?- (…) -¡Pero, si caminamos tres cuadras más estaremos en San Miguel!- (…) -¿En qué parte de San Miguel vives?- me preguntó -¡En el conjunto habitacional Julio C. Tello!- (…) -¡No te lo puedo creer!- (…) -¡Sí! ¡Ahí vivo!- (…) -¡No puede ser!- (…) -¿Qué es lo que no puede ser?- (…) -¡Es que yo vivo a dos cuadras de donde tú vives!- (…) -¡Que hermosa coincidencia!- respondí mientras seguíamos caminando y hablando hasta que llegamos a su casa -¡Es aquí!- me dijo -¡La mía está allá!- dije señalando al bloque de edificios que estaba cerca -¡Bueno, es hora de entrar a mi casita!- (…) -¡Sí! ¡Y es hora de irme a la mía!- respondí -¡Entonces! ¿Nos vemos mañana?- (…) -¡Claro que sí!- respondí -¡Cuídate! ¡Y no te metas por otras calles! ¡Camina derechito a tu depa!- (…) -¡Lo haré!- dije y me acerqué a darle un beso en la mejilla -¡Me encantó acompañarte!- (…) -¡Y a mí me encanto que me acompañes!- respondió… (…)… Al día siguiente teníamos cinco horas del curso de Teorías en el campo de la comunicación con la doctorcita Emilia, la profesora de veinticinco añitos, altita, delgadita, de buen cuerpito, culoncita y tetoncita, para luego continuar con las exposiciones faltantes… Aquella noche tampoco salió mi grupo a exponer, tampoco el de Karina… (…)… Al terminar el curso busqué a Karina con mi mirada y ella también hizo lo mismo… le hice un gesto dándole a saber que la esperaba abajo (en el primer piso) para salir juntos a nuestros respectivos domicilios, ella entendió y me dio una señal de aceptación… La esperé abajo y cuando llegó me dijo: -¡Estoy lista “San Miguel”!- (…) -¿Por qué me dices San Miguel?- pregunté -¡Porque vivimos en el mismo distrito tontito!- respondió… (…)… Me estaba acostumbrando a la compañía de Karina… El bichito de la tentación estaba rondando alrededor de mí… Aquella segunda semana (al culminar las clases universitarias) regresamos juntos a nuestras casas… mis amigos de aula me hacían las chacotas respectivas como era de suponerse, simplemente les seguía la corriente sin expresar que me estaba gustando aquel chistecito… Esa semana descuidé nuestra relación… no te llamé, no fui a visitarte… Al llegar el fin de semana, fui a tu casa y te encontré sentadita en la vereda cuidando a “Colita”, tu perrita chihuahua… Me miraste con ira, cólera, rabia, furia y demás sinónimos existentes… Las aguanté… Tenía que aguantarlas… Me las merecía… Puse la excusa de que tuve una semana universitaria de la concha de su madre, con trabajos monográficos (que eran ciertos; pero, no en extremo) y exposiciones agobiantes y asfixiantes (esa si era una vil mentira); pero, como siempre… me disculpaste y me diste un besito de los que me tenías acostumbrado, con la mordidita leve en el labio que me encantaba, aunque tú habías copiado eso de mí; pero, lo habías perfeccionado… (…)… Pasamos juntos aquel sábado, fuimos en la noche al Sargento Pimienta hasta las diez de la noche, luego la terminamos en la discoteca Delirium… Regresamos a las tres de la mañana a tu casa… Supimos que nos iban a llamar la atención; pero, no nos importó… A la mañana del domingo, fui muy temprano a tu casa a dar la cara y recibir la puteada por parte de tus padres por haber llegado a esas horas; pero, no se habían dado cuenta de la hora ya que se quedaron dormidos viendo unas películas por cable confiados en nuestra responsabilidad… No nos sentimos culpables, muy al contrario, nos gustó… Al medio día regresé a mi casa encontrando a mis amigos libando un poco de vino… Ya las fiestas, juergas y excesos habían bajado su tono… Al menos no eran tan frecuentes como al principio… (…)… La siguiente semana comenzaba nuevamente y las ganas de ver a Karina se intensificaban… no era que esté enamorado de ella, solo que aquel bichito me estaba carcomiendo mis instintos afrodisiacos… (…)… Lunes, fui nuevamente a la oficina del decano de la facultad a reentrevistarme con el doctor Quinteros -¡Suarez! Te estaba esperando… ¿Que decidiste?- (…) -¡Buenas tardes doctor! Le parecerá gracioso lo que le diré; pero, necesito una semana más- Aquella conversación tuvo un largo contenido que no recuerdo muy bien o tal vez no me conviene recordarla, solo viene a mi mente que terminé la conversación diciendo -¡Muchas gracias doctor!- y continué estudiando una semana más gratis… No sé si fue suerte o la demasiada amabilidad y buen corazón del decano; pero, pasó… (…)… Lunes, día en que el colorado catedrático tenía curso con nosotros… Día en que no fue a darnos clases… Día que nos dimos unas tres horas libres… Día que suponíamos que no tendríamos clases más tarde… Día que estuvimos equivocados… Día que se cagaron los que habían regresado temprano a sus casas… Día en que conocimos a Zoila Ríos después de dos semanas de ausencia en su clase…Era una petiza de escaso metro y medio, gordita con aparentes cuarenta y cinco años a cuestas -¡Buenas noches! ¡Mi nombre es Zoila Ríos García! Soy licenciada en psicología universitaria… y seré su profesora del curso de Análisis del desarrollo psicológico… Ustedes pueden llamarme Zoila, a secas… ¡Entremos en confianza!… ¡Soltémonos!… ¡Relajémonos!… ¡Vamos! ¡Levántense de sus carpetas!... ¡Estírense!... ¡Salten!... ¡Vuelvan a estirarse!... ¡Aplaudan!... ¡Y vuelvan a estirarse!- (…) -(¿Que mierda está haciendo esta huevona?)- no solo yo me preguntaba, sino que era la misma pregunta que todos nos hacíamos al ver nuestras caras de asombro, desconcierto, ahuevados, acojudados y cruelmente estirados -¡Ustedes se preguntarán “¿Por qué estamos haciendo esto?”! ¿No es así?- (…) -(¡No solamente es una puta maniática del estiramiento; sino que, también era una bruja, una psíquica, una vidente! ¡Nos leyó la mente a la primera! ¡Magnifico!)- pensé -¡Bueno jóvenes! ¡Ahora que están más relajados, vamos conocernos un poco más! ¡Al menos yo quiero conocerlos un poco más! ¡Cada uno de ustedes saldrá al frente y dirá su nombre completo, cuántos años tiene y de donde viene! ¡Fuerte y Claro para que todos los demás lo escuchen!- (…) -(¡Váyase a la mierda)- pensé atemorizado ya que no era muy amante de las salidas al frente a exponer mi vida privada -¡A ver! ¿Quién será el primer voluntario?- preguntó la bruja/psíquica/vidente -¿Nadie?- dijo -¡Entonces, como nadie quiere salir al frente voluntariamente escogeré al azar a uno de ustedes para que salga a presentarse! ¡Comencemos!- dijo clavando su mirada carnívora y chorreante en cada uno de nosotros buscando a la primera víctima para poder saciar su sed -¡A ver, usted!- dijo señalándome -¿Yo?- pregunté -¡No! ¡Me refiero al joven que está detrás de usted!- respondió -¡Luego saldrá usted!- dijo notando mi nerviosismo escénico… Aquel muchacho que estuvo sentado detrás de mí salió pesadamente como quien tener cientos de kilos en cada pierna -¡Apúrese jovencito, que no tenemos toda la noche!- dijo la catedrática… (…)… Aquel fulano miró a todos los presentes -¡Mi!… mi… mi nombre… es… ¡Carlos!… No entendí las siguientes palabras que había emitido… Mi concentración estaba en sus gestos, en sus movimientos… (…)… Aquella primera víctima estaba bien peinada con el clásico gel que te deja el pelo como pelos de escoba…Tenía unos anteojos como culo de botella, una camisa celeste bien sencilla, llevaba puesto un pantalón de vestir de color carne, medias blancas y zapatos marrones... Temblaba al momento de hablar (al menos eso notaba) causando risotadas leves en el aula; pero, la burla más grande fue cuando una de las chicas que estaba sentada adelante notó levemente una humedad en la cierre del pantalón -¡Profesora! ¡Carlos se orinó!- las carcajadas invadieron el recinto de sabiduría y provocó que Carlos se transforme en un camaleón de tantos colores que cambiaba a cada segundo -¡Siéntate Carlos!- dijo la bruja catedrática -(¡Puta madre! ¡Que no me suceda lo mismo!)- pedí mi más anhelado deseo -¡Silencio! ¡Todos!- dijo la catedrática en tono enérgico -¡No es posible que se burlen de esa forma de un compañero de aula! ¡Todos alguna vez hemos tenido el famoso “Miedo Escénico”! ¡Todos! ¡Así que no me vengan con las risitas, que acá enfrente el panorama es muy distinto al que ustedes están acostumbrados muy sentaditos ahí donde están!- el silencio sepulcral invadió nuestra cátedra -¡A ver, usted señorita!- dijo señalando a la que se mofó de Carlos… Aquella pícara sentada detrás de su carpeta dio un cambio enfrente de todos… Comenzó a comerse los pellejitos al costados de las uñas de las manos en una forma descarada y patética -¡Vamos! ¿Cuál es su nombre?- preguntó la institutora -¿Qué pasó? ¿Te comió la lengua el gato? ¡Siéntese!- dijo -¿Ven a lo que me refiero? ¡Una clara muestra del pánico es la de su compañera sin nombre!- refirió continuando con la búsqueda de un nuevo sacrificio -¡A ver usted señorita!- dijo señalando a Karina -¿Yo miss?- respondió -¡Sí! ¡Usted!- concluyó la dama de cuarenta y culo de años… Karina salió al frente y con cierta inocencia comenzó a exponer -¡Buenas noches, tenga usted señorita licenciada, amigos, compañeros todos! ¡Mi nombre es Karina Trece, tengo diecisiete años de edad, soy de signo leo, vivo con mis padres en el distrito de San Miguel, tengo dos hermanos, uno mayor y el otro menor que yo, mi padre es abogado y mi madre es profesora de inicial, el defecto que tengo es que soy muy, pero muy renegona!- (…) -¡Muy bien Karina! ¿Ven que es tan fácil? ¡Pero, hay algo que no dijiste y que los chicos quieren saber!- dijo la catedrática en tono pícaro -¿Qué puede ser?- preguntó Karina -¡Los chicos quieren saber si tienes enamorado!- (…) -¡No! ¡No tengo enamorado!- respondió -¿Y Edú, qué?- preguntaron sus amigas en una unísona voz -¿Edú? ¿Quién es Edú?- preguntó la bruja vidente -¡Edú es mi amigo! ¡Solamente somos amigos!- respondió Karina, poniéndose roja como un tomate, al igual que yo -¡Bien! ¡Siéntate Karina, lo hiciste muy bien!- dijo anotando su nombre en un pequeño block de notas -¡A ver, conozcamos al famoso Edú!- exclamó la puta adivina de pensamientos ajenos -¡Que venga al frente a contarnos sobre él!- Los nervios me invadían, mis manos estaban húmedas de tanto sudor, las náuseas penetraban mis acciones, mis movimientos se tornaban desequilibrados… De pronto se abrió la puerta del aula e ingresó el decano de la escuela de psicología -¡Buenas noches jóvenes!- (…) -¡Buenas noches doctor!- respondimos todos -¡Buenas noches Licenciada!- (…) -¡Buenas noches doctor Quintana!- (…) -¡Disculpemos que irrumpamos de esta forma en su horario de clases; pero, los señores que me acompañan pertenecen al escuadrón de defensa civil de nuestro distrito y están acá para dar unas charlas sobre primeros auxilios en caso de accidentes!- (…) -¡Como no doctor! ¡Bueno jóvenes, queda pendiente la presentación de Edú para la próxima clase!- (…) -¿Edú? ¿Eduardo Suarez? ¿A él le toca presentarse?- dijo el decano -¡Así es doctor!- respondió la profesora -¡Lastima Suarez, será para la próxima!- dijo mirándome aquel decano bonachón… Y en el fondo de mis sentimientos amé a aquel hombre por haber interrumpido aquella clase…

CONCLUIRÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario