viernes, 11 de noviembre de 2011

PARTE 15

Entre ellos me mesclé e hice mis intentos de estar al nivel de aquellos ratones numéricos, logrando hacer algunas amistades e intercambiando ideas (aunque siempre numéricas)… nunca hablábamos de hembritas ni de juergas, todas nuestras conversaciones estaban entre algoritmos, integrales, vectores, formulas aritméticas, geométricas y algebraicas… (…)… Mis clases comenzaban a las siete de la mañana y terminaban a las doce del mediodía, por lo que tenía que salir de donde estaba viviendo a las cinco y treinta de la madrugada para poder tomar la línea setenta y tres (no recuerdo que letra era, “A” “B” o “C”; pero, era una que agarraba toda la avenida Alfonso Ugarte)… Saliendo de clases (como para distraerme), caminaba por el centro de la ciudad hasta llegar hasta la avenida Nicolás de Piérola donde habían unos hippies melenudos y sucios que vendían copias de discos originales de grupos de rock clásico… en aquellos tiempos yo era fanático del grupo inglés Queen, así que comencé a comprar uno de forma diaria y así completar mi colección de discos de mi grupo favorito… luego regresaba a la casa y esperar que el día siga su curso… (…)… Todo iba bien… Mis encuentros a escondidas con Marina eran cada vez menores, las clases en la academia preuniversitaria eran resignadamente aceptables… Hasta que una tarde, la penúltima de mis primas, Talía, me dijo en su inocencia en frente de todos mientras almorzábamos -¡Mi mamá revisa tus cosas todos los días cuando tú te vas a estudiar!- causando un silencio profundo y sepulcral en la mesa y haciendo tragar duro la comida sin masticar a mi tía que estaba frente a mí -¡No es lo que piensas hijito!- me dijo -¡Es solo para acomodar tus cositas cuando las dejas desarregladas!- solo respondí con un “gracias” y una sonrisa hipócrita; pero, en el fondo hervía una cólera inmensa hacia ella… Comenté lo que había sucedido a mi confidente y cómplice de actos profanos, Marina, y ella me dijo que ya lo sabía y que su madre lo hacía para ver si es que (yo) compraba algún tipo de drogas y los guardaba en mi cajón… Me llenó aún más la cólera, esta vez hacia Marina, por no decirme lo que ella ya sabía -¿Crees que yo lo hago?- le pregunté -¿Lo haces?- me preguntó -¡Claro que no, carajo!- respondí exaltado -¡Yo lo hago! ¡No tan seguido, pero lo hago!- fue su respuesta -¡No me interesa lo que tú hagas o dejes de hacer! ¡Lo que me jode es que se metan en mis cosas personales, que rebusquen en mis pertenencias y peor aún sin mi consentimiento! ¡Que no joda tu madre!- fue lo que dije en mi cólera… y como por obra del destino y más aún por el presentimiento maternal, mi madre llamó por teléfono a la media hora de lo que todo había sucedido -¿Todo está bien?- me preguntó -¡Sí!- fue mi respuesta -¡Eduardo! ¿Todo está bien?- volvió a preguntarme -¡Sí!- volví a responder -¡Bueno, solo eso quería saber!- hablamos un poco más sobre otras cosas y luego colgamos el teléfono… A los dos días mi madre estaba llegando a Lima de sorpresa para todos y me invitó a ir con ella a Piura para visitar a mis abuelitos paternos que se encontraban viviendo con mi tío Rodrigo, ya que a éste lo habían destacado a Piura… Acepté la invitación y dejé mis cosas en Lima… (…)… Estuvimos en Piura casi un par de semanas y la pasamos súper bien, ya sin vergüenza ante mi tío por lo acontecido en Lima con mi prima Mercedes, además ya habían pasado varios años de eso… De regreso a Lima la situación había cambiado en casa de mi tía Deysi, debido a que nuevamente habían rebuscado entre mis cosas, y esta vez encontrando un cuadernito de apuntes, donde escribía algunas notas de las cosas más resaltantes o jodidas que me ocurrían a diario, como por ejemplo que a veces me llegaban al huevo cuando mis primas no me dejaban estudiar o se ponían excesivamente cargosas conmigo o de los apuntes de gastos que hacía o préstamos a mi tía o Marina para que compren algo, a lo que causó una ofensa total en mi tía… ¿Cómo era posible que YO hable o escriba algo así sobre sus angelicales hijas?... Ofensa más grande que revisar las cosas ajenas… ¡Oh, mal, mal!... Me llegó aún más al huevo… Eran ya casi cinco meses que estaba en esa casa y lo único que me motivaba era estar un rato con Marina… Gracias a Dios, en aquel cuadernito nunca escribí algo relacionado con lo que secretamente mantenía con mi culpable prima… (…)… Mi madre se sintió avergonzada y (más) ofendida por todo lo ocurrido… (…)… Pedí disculpas (de boca para afuera) a mi tía Deysi por haber escrito verdades en mi cuadernillo (aunque no le dije eso, simplemente pedí disculpas)… A lo que posteriormente mi madre tomó la decisión de regresarnos a Pucallpa y no volver a pedir alojamiento en casa de algún familiar… Me despedí de todos, menos de Marina, ella se encontraba estudiando secretariado en un instituto que quedaba en Miraflores… fue mejor así… (…)… Casi al año de lo ocurrido y de estar nuevamente en Pucallpa, se presentó la oportunidad de estudiar nuevamente en Lima, esta vez ya no en casa de algún familiar, sino en casa de una pareja de esposos evangélicos amigos de mi madre, Los Maguiña Díaz, ya que ella daba clases particulares en mi casa a sus hijos que estudiaban por las mañanas en un colegio particular… Cabe mencionar que a “La Escuelita” como era conocida mi casa llegaban los hijos de los más poderosos y adinerados personajes de Pucallpa… a la hora de salida de “La Escuelita”, las camionetas hacían cola para recoger a los niños que ahí estudiaban, algunos iba con guardaespaldas en la parte trasera de las camionetas… Fue ahí que conocí a Anderson Maguiña Díaz, hijo del distribuidor principal de una conocida marca de pinturas en la ciudad de Pucallpa… Los padres de Anderson tenían un departamento en un complejo habitacional en Lima ubicado en el distrito de San Miguel… Al principio creí que Anderson también era evangélico como sus padres, luego descubrí que no…

-¡Eres un degenerado! ¡Culearte a tu propia prima! ¡Y peor aún, en su propia casa!...

-Aquella vez no me la llegué a culear… No llegamos a comernos el pastel…

-¡Eres un salvaje!...

-No me digas que nunca te atrajo aun primito tuyo…

-¡De gustar, Sí; pero, de acostarme con él, nunca!… Aunque… ¡No, nunca!- dijo entre risas.

Seguimos tomando un poco más de aquel vino tarapotino que nos habían traído y continué con mi relato.

-Aquella nueva aventura comenzaba con el viaje a Lima entre Anderson, su mamá y yo, y lo hicimos por tierra… Recuerdo que a mi costado iba sentado Anderson, pero ambos muy callados sin decirnos una puta palabra… decidí conectarme los audífonos y escuchar a Roxette por el camino, ya que duraría unas dieciocho horas desde Pucallpa hasta Lima… aunque debía de romper el hielo que había entre nosotros… alguien tenía que hacerlo… así que lo que se me vino a la cabeza fue invitarle uno de mis audífonos para que escuche un poco de música y de paso rompamos el hielo y hablemos de algo… íbamos a vivir juntos bajo el mismo techo, teníamos que comenzar a conocernos… Aceptó por un momento y luego me devolvió el audífono porque habíamos llegado a nuestra primera parada para almorzar… Hablamos de muchas cosas, de los estudios, de las chicas, de la religión, tratando de no dar una mala impresión ante ellos… El viaje continuó hasta llegar a nuestro destino sin contratiempos… Al llegar al complejo habitacional nos dirigimos rápidamente al departamento ubicado en un segundo piso, distribuida en una sala amoblada, cocina comedor y lavandería, un cuarto principal, dos cuartos secundarios y un baño… Teníamos las comodidades que (en aquellos tiempos) cualquier muchacho que va a estudiar necesitaría: una buena cocina eléctrica, un horno microondas, un refrigerador, una lavadora, una secadora eléctrica de ropa, un buen equipo de sonido, televisores en cada cuarto, una terma en la ducha… A los dos días de estar ubicados y de haber poca comunicación entre Anderson y yo, la mamá de éste regresó a Pucallpa… Nuestros días fueron tranquilos con poco diálogo y mayormente cada quien en su cuarto… En horas de las comidas en las que nos sentábamos y compartíamos la mesa, tratábamos de encontrar algún tema de conversación llegando incluso a intercambiar ideas sobre algunos capítulos vivenciales… pero, solo quedaba ahí… aún no había mucha confianza entre ambos… Hasta que un cierto sábado por la mañana tocaron la puerta del departamento, Anderson me pidió por favor que abra la puerta porque estaba bañándose, fui a abrir la puerta e ingresaron dos amigos suyos, ex compañeros de colegio… No eran amigos míos; pero, sí conocidos ya que en Pucallpa los había visto en algunas ocasiones… Supuse que habían ido al departamento para hacer algunos trabajos del instituto donde Anderson estudiaba… Supuse mal… Mientras pasaban los minutos iban llegando más personas, entre hombres y mujeres… No queriendo interrumpir aquella reunión fui a mi cuarto a descansar y leer un poco… Aquella reunión de trabajo (que ingenuamente había pensado que harían) se convirtió en una reunión de promoción de colegio… La música y tragos invadían en el ambiente hogareño... Fue ahí que comprendí que Anderson no pertenecía a la religión evangélica que sus padres transmitían… (…)… En horas de la tarde (cuando aún continuaba la reunión), se abrió la perta de mi cuarto e ingresó un pequeño personaje femenino de tez blanca, muy bonita, de cabellos lacios y castaños, con unos jeans bien apretaditos y una blusita de igual descripción marcándose en ella todos las bondades y atributos que tenía encima -¡Hola!- me dijo -¿Puedo pasar?- preguntó -¡Claro!- respondí -¿Por qué tan solito?- (…) -Es qué no me sentía muy bien como para salir y además tenía que leer un poco para mis clases del lunes- respondí sonando a ratoncito de biblioteca -¡No sé de donde te conozco!- me dijo -¿Así? Qué raro, ya que no soy un personaje muy popular, que digamos- respondí en tono coqueto -¡Claro! ¡Ya recuerdo de donde te conozco! ¡Tú eres Eduardo Suarez! ¿No es así?- preguntó -¡Sí!- respondí desconcertado -¡Soy Ruth Salas!- quedé en la luna -¡Ruth!- volvió a decir -¡Ruth Salas! ¡Hermana de Miguel Salas!- dijo -¡Ahhh! ¡Ruthy! ¡Oye, cuanto has cambiado!- respondí volviéndome la memoria a la cabeza -¡Tonto! ¡Cómo no me vas a reconocer!¡No cambié mucho!- me dijo -¡Claro que sí! ¡Estás! ¡Estás!- dije mirándole las tetazas que llevaba por delante -¡Estás linda!- concluí -¡Gracias!- respondió -¿Y cómo llegaste a vivir con Anderson?- preguntó y respondí con la pequeña historia de cómo nos conocimos (desde nuestro viaje de Pucallpa a Lima hasta ese día)… Seguimos hablando por un momento y luego me dijo: -¡Vamos allá afuera para tomar unos tragos que los chicos prepararon!- (…) -¡Por ahora prefiero quedarme en el cuarto! ¡No me siento muy bien!- respondí -¡Entonces, regresaré en un rato más!- dijo -¡Ok!- respondí… Como a los quince minutos regresó con un amigo trayendo una botellas de cerveza -¡Hola otra vez!- me dijo -¡Edú, te presento a un amigo! ¡Se llama Juan Domínguez!- aquel muchacho de ojos redondos y saltones con la barriga un poco sobresalida, muy amable estiró su brazo y nos saludamos… Fue amistad a primera vista… No fue “amor”, porque eso ya suena a mariconada… Al concluir la tarde, los amigos de Anderson habían regresado a sus hogares quedándose solamente Ruth, Juan, Anderson y yo, todos en mi cuarto tomando las ultimas cervezas que sobraban… (…)… Al pasar las semanas, era habitual que todos amigos de Anderson se reúnan los días sábados a domingos, siempre con la presencia de Ruth… Fue en una de esas indomables juergas que conocí al ex enamorado de Ruth, Koki Farías, hijo de un reconocido empresario ucayalino dueño de uno de los diarios más importantes de la región además de tener un albergue turístico en el balneario de Yarinacocha, y que al pasar de los años se convirtió en uno de mis grandes mejores amigos… (…)… Gracias a esas fiestas salvajes conocí a muchas personas que hasta ahora guardo una muy buena amistad… (…)… Al pasar el tiempo, ya no solo eran los amigos de Anderson quienes iban al departamento, sino que también se incorporaron mis compañeros de promoción de colegio y estos a la vez eran amigos de los amigos de Anderson, por consiguiente las reuniones se hacían cada vez más feroces… Era de valientes quedarse hasta el último en aquellas reuniones, ya que si se acababa la cerveza o el trago y no había otra cosa que tomar nos inventábamos algo que pudiésemos encontrar en la cocina y lo liquidábamos… En una cierta ocasión llegamos a tomar “sangre de grado” que es una bebida hecha a base de raíces selváticas con resultados curativos, pero no nos importó eso y acabamos con aquella medicina naturista… la excusa fue que tenía miel de abeja y por eso la tomamos…(…)… Al día siguiente de cada reunión, luego de una resaca, teníamos que limpiar la casa de vómitos, colillas de cigarros, chapitas de botellas de cervezas, botellas de ron tiradas por las esquinas de la sala, papeles higiénicos en los cuartos, bolsas de basura en el comedor, restos de comida en el piso de la cocina, y cientos de cosas más… Gracias a Dios, Juan se incorporó a nuestra duplicidad vivencial entre Anderson y yo, y pasó de ser invitado de juerga de fines de semana a conviviente en aquel departamento, ayudándonos eventualmente (pero, muy eventualmente) en los quehaceres del hogar… (…)… Los días siguieron, las juergas y los tragos también; pero, no dejábamos de lado los estudios… Anderson y Juan estudiaban en un instituto prestigioso de comercio exterior y yo estudiaba comunicación audiovisual en el célebre instituto de ciencias de la comunicación Charles Chaplin…

-¡Fue ahí donde nos conocimos! ¿No es así?- dijo Maricarmen.

-¡Sí! ¡Fue ahí!... (…)… Lo llevé oculto a mis padres porque ellos no querían que estudie una carrera técnica… Habían aceptado que no estudie arquitectura, como era la ilusión de ellos; pero querían que lo que quiera estudiar sea una carrera universitaria… Pero, a mí me gustaba la cochinadita y opté por matricularme y estudiar comunicación audiovisual… (…)… En el primera semana de clases solo estuvimos cuatro muchachos, luego te incorporaste con cuatro amigas más (a las que no recuerdo del todo); pero, eran muy bonitas… Me gustaste desde el primer día que te conocí, pero mi timidez fue más grande y no me acerqué… Entonces, tú te acercaste a mi lado y me pediste que te preste mis cuadernos para que te pongas al día en toda la semana que te habías atrasado… Nos hicimos muy buenos amigos, solo éramos tú y yo en el aula… Los profesores, reconocidos actores, directores y productores de televisión de distintos canales (normalmente de Panamericana), siempre nos ponían en grupos de dos para realizar nuestros proyectos- me quedé callado por un instante y la miré a los ojos y le dije: -¿Quieres que también cuente nuestra historia?...

-¡Sí! ¡Es mejor escucharla de tu propia voz a que recordarla yo!- me respondió.

Continúe con mi relato -Recuerdo que a veces iba a tu casa en las mañanas, con el pretexto de realizar las tareas dejadas por los profesores, en especial por el señor Hernán Romero, que nos enseñaba “Historia de la Comunicación I”; pero, eran pretextos, ya que siempre terminábamos viendo la tele comiendo canchita y tomando Crush… Tu refrigerador siempre estaba lleno de Pepsi, Crush y 7up… Tu mamá siempre estaba detrás de nosotros para recordarnos hacer las tareas… Eran muy sencillas hacerlas, en especial para ti… yo me colaba a tus ideas y aportaba algo de lo que sabía… A veces saliendo por las noches del instituto, nos quedábamos en Barranco… Nos gustaba caminar agarrados de la mano o abrazados… Mayormente visitábamos al Bar Sargento Pimienta… Otras veces íbamos a la discoteca Delirium… pero, no nos quedábamos mucho tiempo, ya que no te daban permiso a quedarte hasta tarde… Tus padres siempre fueron muy conservadores… pero, no nos interesaba estar saliendo a cada rato ya que solo nos importaba pasarla bien estando juntos… (…)…Llegó la semana del día de la madre y tuve que hacer un viaje repentino a Pucallpa para celebrar con mi madre aquella fecha importante… Te avisé (sobre el viaje) y te pedí que cuando regrese me prestes tus cuadernos para ponerme al día… Aceptaste sin siquiera terminar de pedírtelos… Recuerdo que cuando iba a regresar a Pucallpa corría una brisa fresca en Lima ese jueves por la noche… Terminé de empacar al medio día, viendo las noticias en la tele… Debía estar en el aeropuerto antes de las cuatro y treinta de la tarde… El vuelo saldría a las seis de la tarde… Salí de departamento San Miguelino con un espíritu risueño, silbando despreocupado… ¡Qué placer era vivir entre Lima y Pucallpa!... Podía disfrutar de lo mejor de ambas ciudades-¡Al aeropuerto, por favor!- le pedí al taxista… Comí un par de plátanos en el camino, mientras sufría calladamente la parsimonia exasperante del conductor, que manejaba a treinta kilómetros por hora, siendo sobrepasado por todos los vehículos motorizados que entraban a la avenida La Marina… Le pedí que fuese más rápido, pero se negó secamente, alegando que podía ser multado-(¡Paciencia, ganso!)- pensé con resignación… Nada más llegar al aeropuerto, y a sabiendas de que viajaba con dos abultadas maletas, busqué de inmediato a un cargador para que me ayudase a llevar mi equipaje… Eché un rápido vistazo y advertí la presencia de un hombrecillo uniformado, al que hice señas de inmediato -Maletero, ¿me ayuda por favor?- le dije… No cabía la menor duda de que ese moreno uniformado esperaba con impaciencia la llegada de un cliente como yo, cargado de maletas y dispuesto a darle una buena propina-¡No soy maletero!- me dijo, algo irritado-¿Y entonces por qué lleva uniforme de maletero y está aquí parado?- le pregunté, dándomelas de listo -¡Porque soy piloto de avión y me provocó fumar un cigarrillo!- contestó, clavándome una mirada exenta de toda ternura -¡Mil disculpas!- le dije, abochornado, y yo mismo tuve que arrastrar mis voluminosas maletas hasta el counter… Cuando, minutos después, tras jalar penosamente mis dos maletas, llegué al mostrador de la aerolínea, ya sudaba y tenía las manos devastadas y enrojecidas… Tomé aire, me prometí olvidar ese minúsculo incidente… Veinte minutos más tarde, seguía haciendo la cola para confirmar mi vuelo, que era más larga que las colas de fin de mes en el Banco de la Nación… Pero, no perdí la paciencia y me dije que los ciudadanos civilizados saben esperar en cola sin exasperarse… Finalmente, llegó mi turno y me llamaron… Me acerqué con una gran sonrisa (de oreja a oreja), entregué mi boarding pass-¡Gracias por preferirnos nuevamente!- me dijo la mujer que me atendió -¡Sólo será un momentito!- treinta minutos después, yo seguía contemplando las arrugas de su cara y ella continuaba golpeando frenéticamente las teclas de la computadora… Primero no podía localizar mi reserva… Luego no salían bien las tarifas… Enseguida se cayó el sistema… A poco de reanudarse, tomó una llamada telefónica que, a juzgar por sus susurros y sonrisas, era de índole amorosa/genital… Cuando, gracias a la divina providencia, tuvo todo listo para emitir mi pasaje, la impresora se atascó… Tuvo que llamar al supervisor, que al parecer había ingerido una sobredosis de calmantes, pues se movía con una pereza sobrehumana… Por suerte, repararon la máquina y, pasada una hora de espera, me entregaron mi boleto aéreo… Yo pensé que olvidarían cobrarme el exceso de carga que llevaba, ya que pesaba como mierda, pero no -¡Son ciento cincuenta soles de sobrepeso!- me dijo la señora, y no me quedó más remedio que pagar, mientras rumiaba secretamente un plan para poner dinamita… Le pagué en efectivo y pensé que si el sobrepeso se pagase siempre, ella estaría masivamente endeudada a juzgar por la protuberancia de su vientre… Tratando de mantener alta la moral, pues finalmente volvía a Pucallpa, lo que siempre es motivo de alegría, caminé resueltamente a la puerta de embarque… Miré el reloj, el vuelo debía partir en poco más de media hora… Había sufrido un fastidioso retraso, pero ahora todo sería placentero-¡El vuelo está demorado dos horas!- me informó una señorita en la puerta de embarque, y al ver los rostros abrumados de los pasajeros, comprendí que no mentía… Le pregunté a qué oscura razón debíamos atribuir esa tardanza-¡Cambio de tripulación!- fue su críptica y brevísima respuesta -(¡No te desanimes, ganso!)- pensé, porque me gusta ser optimista, y sonreí aliviado al recordar que podía esperar esas dos largas horas en el comodísimo salón vip, al que me dirigí sin pérdida de tiempo-¡No puede entrar, usted no es socio vip!- me dijo, en la puerta de dicho exclusivo salón, un empleado de la aerolínea… Regresé humildemente a la puerta de embarque y me senté a leer un periódico nacional, aunque no pude pasar de un párrafo, porque terminé hablando de política con mis queridos compañeros de asiento (y eso que de política solo sabía lo mínimo)… Al subir al avión, ya bastante cansado y aburrido, decidí pasar un segundo por el baño y me encontré con el afroamericano uniformado que había confundido con un maletero llegando al aeropuerto-¡Nuevamente!- dije, sorprendido -¿Qué hace usted acá?- (…) -¡Soy el capitán del avión!- me respondió, y yo, lleno de vergüenza, balbuceé algo idiota y me refugié en el baño… No olvidé elevar unas sentidas plegarias cuando despegó el avión… Debo decir que no pude disfrutar de la comida de la aerolínea, por dos razones que mencionaré en orden de importancia: El pasajero sentado a mi lado era víctima al parecer de un agudo desorden estomacal, lo que dio lugar a una constante y abusiva descarga de flatulencias por su parte, lo que me tenía considerablemente disgustado, pero qué podía hacer, tampoco iba llamar al capitán y decirle oiga, mil disculpas por decirle maletero, pero le ruego que me salve porque este gordo me está matando a gases; y, como si fuera poco, una vez concluida la cena, el obeso pasajero que el destino sentó a mi costado pidió un café, humeante bebida que le fue entregada y, tras deslizarse por la bandeja, acabó exactamente en mi entrepierna, provocándome al comienzo una calentura bienhechora y enseguida una quemazón de los diablos que calcinó mi entera virilidad y me arrancó un grito desde lo profundo de mi alma-¡Mis huevos! ¡Me ha quemado los huevos!- grité (aunque no exactamente con esas palabras; pero, las pensé), perdiendo la compostura, pero hay que reconocer que era leve el dolor… Las azafatas corrieron y se fatigaron en mimos y atenciones, alcanzándome toallitas y consolándome con frases afectuosas, y el gordo que me derramó su café hirviendo se deshizo un disculpas y, de paso, siguió deshaciéndose en gases, pero nada podía devolverme ya la frescura en la entrepierna… el daño estaba hecho… Entonces, tratando de olvidar el mal rato, traté de leer mi periódico; pero, de pronto un asistente de vuelo tocó bruscamente mi brazo, me saludó con una extraña familiaridad y empezó a contarme las últimas novedades de su vida, una vida que él encontraba apasionante y que a mí en cambio me parecía perfectamente innecesaria… Yo quería leer mi periódico; pero, este improbable caballero no paraba de hablarme… El asunto se podía resumir fácilmente no le gustaba ser aeromozo, él quería ser cantante famoso… Yo pensaba -(¡Suerte cholito, ojalá vendas muchos discos, pero ahora déjame leer mi periódico y deja de castigarme con tu aliento de anticuchero, por el amor de Dios!)- Pero no tuve valor para callarlo y aguanté estoicamente su presencia, su pánfilo monólogo, esa obscena demostración de fe en sí mismo… Lo odié y no pude leer mi periódico -¡Ojalá tengas mucho éxito como cantante!- le dije más de una vez, pero en realidad pensaba -(¡Ojalá te quedes mudo, cabrón!)-Bajé del avión sin haber leído mi periódico, intoxicado por los gases de mi vecino, con los testículos achicharrados por el café que me cayó encima, pero feliz de pisar nuevamente el bendito suelo que me vio nacer… Hora y media más tarde, seguía pisando ese suelo, pero ya no me parecía tan bendito, porque mis maletas no aparecían -¡Piña, Educín!- me dijo, con espíritu deportivo, un cargador, compañero de escuela que había encontrado trabajando ahí -¡Ya salieron todas las maletas! ¡Otro día llegarán las tuyas! (...) -¡Piña!- dije, resignado, y hablé con una empleada de la aerolínea, que me aseguró que mis maletas llegarían en el siguiente vuelo… Al cabo de media hora más, llegaron mis maletas en el siguiente vuelo como lo había dicho la azafata… Eran las once de la noche…No encontré a ningún familiar que me dé la cordial bienvenida… Salí del aeropuerto… Tomé un taxi -¡Lléveme por la avenida Señor de los Milagros por favor!- (…) -¡Son doce luquitas!- me dijo el hijo de puta de conductor… Accedí… Ya no tenía ganas de discutir con nadie aquella noche… Coloqué mis dos maletas en la parte trasera del coche… Me acomodé en el asiento trasero… Y fui directamente a mi casa… Al llegar al mi domicilio pucallpino, encontré a todos sentados en los muebles de la sala, fue recién ahí donde todos me dieron la cordial bienvenida… (…)… Aquella fiesta maternal la pasé en Pucallpa, y de paso una semana más, haciéndome perder mis clases en el instituto… pero, no me importó ya que me sentía a gusto con mis padres ya que no los veía después de mucho tiempo… (…)… Al culminar la siguiente semana, regresé a Lima llevando conmigo unos buenos paquetes conteniendo alimentos selváticos y comida congelada para meterlo en el microondas y comerlas calientitas sin necesidad de estar cocinando y perder el tiempo (aunque a mí me fascinaba estar en la cocina y prepararme algún platillo antojadizo)… (…)... El viaje de regreso a Lima fue muy tranquilo, sin mucha turbulencia, el pasaje a San Miguel fue módico, no hubo necesidad de alterarme con el conductor… (…) Durante los siguientes tres meses nuestra amistad fue creciendo cada vez más; pero, tu timidez era más fuerte que la mía ya que nunca aceptaste ir conmigo al departamento donde vivía… Presumo que era por que vivíamos puro hombres, no lo sé… (…)…

-¡Presumes bien monguito mío!- me dijo -¡Sabes que cuando era chibola tenía cierta vergüenza de todo y de todos! ¡No sé cómo es que nos hicimos amigos! ¡Y no sé cómo es que fui yo la que me acerqué a ti para pedirte aquellos cuadernos para ponerme al día cuando ingrese a estudiar!...

-¡Salud!- dije sirviéndole una copa llena de vino.

-¡Oye! ¡No es mi cumpleaños para que me sirvas así!...

-¡Así la historia de vuelve mucho más interesante! ¿No te parece?- dije.

-¡Dependiendo de qué tan interesante se vuelva la historia!- respondió con una sonrisa cómplice del vino que seguíamos bebiendo.

Sonreímos durante varios minutos sin sentido, dándonos cuenta de que los efectos de aquel licor estaban encima nuestro apropiándonos de nuestros actos y razones. A lo que luego se quedó mirándome directamente a los ojos y aun con la sonrisa en los labios me preguntó -¿Por qué me dejaste sin decirme una sola palabra? ¿Por qué desapareciste así como un fantasma?- (…) -¡Nunca te dejé!- alcancé a responder -¡No fue algo que planee! ¡Simplemente los excesos que cometí de joven los había pagado de la manera más injusta tal vez para mí y para nosotros!...

-¡Lo último que supe de ti, fue que estabas de regreso acá en Pucallpa! ¡Nunca supe la razón, a pesar de que hablamos una vez por teléfono cuando te dignaste a llamarme por mi cumpleaños! ¡Ni tan siquiera una mentira piadosa!…

-¡Sé que actué mal y que merecía tu desprecio y rechazo hacia mí!...

-¡Pero, nunca lo hice! ¡Lo sabes muy bien! ¿No crees que es una buena oportunidad de que me expliques que fue lo que sucedió?- me preguntó.

-¡Desde luego monguita!- respondí aún bajo los efectos del vino.

-¡Te escucho! ¡Soy toda oídos!...

No tenía que hacer mucha memoria para poder explicar lo que había sucedido en aquella época. Lo tenía marcado en mi mente como si hubiera sucedido el día anterior.

-Paralelamente a la carrera de comunicación audiovisual que estábamos estudiando, postulé a la carrera de ciencias de la comunicación en la Universidad San Martín ya que era una carrera universitaria y no técnica como querían mis padres… Nos alejamos por un tiempo, sin dar razones (por mi parte), dejando a un lado nuestros trabajos académicos, prácticas en los canales de televisión y paseos nocturnos por Barranco… Me aboqué a postular a la carrera universitaria dejando a un lado todo lo demás…

-¡Dejándome a un lado!- dijo y quedó nuevamente en silencio. No respondí y seguí con mi relato -Las juergas en el departamento se hicieron menos constantes, debido a que cada uno de los tres que vivíamos en aquella habitación queríamos estudiar (aunque sea un poco)… Al llegar el día del examen de admisión de la universidad, fui muy temprano hasta la facultad de ingeniería de sistemas ubicada en el distrito de La Molina… La fila de postulantes era inmensa… Veía caras de todos los tipos con formas, colores y hedores expidiendo de cada uno de ellos… Estuve desde muy temprano haciendo mi colita respectiva por casi tres horas, desde las seis hasta casi las nueve de la mañana… Ingresé junto con los demás postulantes decididos a ocupar un asiento en el salón de clase y dar mi examen… Aquella prueba fue muy sencilla… Las operaciones matemáticas y comprensiones lingüísticas en aquel examen tenían un nivel muy bajo como para una admisión de nivel universitario… Pero, me confié y decidí resolverlos con tranquilidad y serenidad…Al cabo de dos horas y media de estar hueveando con mi examen casi resuelto al cien por ciento se acercó al aula donde me encontraba y dijo: -¡Tienen cinco minutos para entregar el examen!- (…) -(¿Qué cosa?)- pensé -(¡Cómo que cinco minutos!)- añadí a mi pensamiento… A lo que el sujeto que interrumpió la tranquilidad del aula sostuvo nuevamente: -¡Jóvenes, tienen cinco minutos para entregar el examen!-Me di cuenta de que no había sido alguna alucinación mía, ni mucho menos la resonancia de algún sonido acústico furtivo y fugitivo que se habría mesclado entre el silencio de aquellos pasadizos fríos y la ceremonia sepulcral de rendir el examen de admisión… (…)… Volví, nuevamente, a mis cinco sentidos y observé mi examen casi completamente resuelto y luego miré la hoja de relleno de preguntas que también me habían entregado al momento de ingresar al aula, la cual estaba totalmente vacía… A lo que con una rapidez nunca antes expuesta por mi comencé a llenarla, teniendo en cuenta que tan solo cinco “putos” minutos no eran suficientes para poder marcar lo que tenía en el examen…

-¡Qué tiene que ver todo lo que me estas contando con lo mío!- interrumpió Maricarmen.

-¡Mucho!- respondí y continúe con mi relato -Aquella pérdida de tiempo fue mi caída… me había confiado demasiado… y aquel sujeto que nos interrumpió, pasó de uno en uno quitándonos los formatos de llenado, quedándome inconcluso con solo un veinte por ciento del llenado… -(¡La cagué!)- pensé y regresé al departamento desilusionado, decaído, cabizbajo, acojudado y enmierdado por mi culpa…

CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario